lunes, 28 de octubre de 2024

TALLERES LITERARIOS: APERITIVOS DE LA LECTURA (Por Nando Vaccaro)

Por Nando Vaccaro Talledo – octubre 2024

En esta época donde la vida fluye a ritmos vertiginosos, y pareciera que el tiempo se nos escurre de las manos como un puñado de arena, dedicar un espacio para realizar alguna actividad que nos apasione, y sin que sea rentable en términos económicos, resulta casi una utopía; y si esa actividad es la lectura, se asume como una pérdida de tiempo.

Pero la lectura no es ni una pérdida de tiempo y menos una actividad superficial o efímera. La lectura es tan connatural a los seres humanos como lo fue en su momento la tradición de los relatos orales alrededor del fuego. Después de un largo proceso de evolución, nuestro cerebro ya está configurado para la lectura, así como nuestros músculos esperan ser ejercitados. El problema radica en que, precisamente, no le dedicamos tiempo a estas actividades, y nos dejamos llevar por la pasividad y el automatismo de una rutina sombría.

Para despertar una pasión necesitamos una dosis motivacional, que será la combustión de nuestro fuego interior; y, una vez encendido, la dedicación hará su parte. Todo este preámbulo para comentar que los talleres literarios son un acicate estupendo porque, como diría Marco Aurelio Denegri, propician el “buceo sin escafandra” por las páginas de un libro, al que, seguramente, ya le teníamos ganas, pero no nos animábamos a empezar o no lográbamos ir más allá de unas cuantas líneas.

Si bien la lectura es un ejercicio que preferimos hacerlo en solitario y de manera mental, cuando estamos en un grupo y organizados por un tallerista, la experiencia lectora se expande hacia diferentes formas de interpretación, y nuestra exploración previa se nutre de otros puntos de vista, de intertextualidades que no hubiéramos sospechado, y la travesía por el libro resulta más interesante.

Taller de cuento, a cargo de Ricardo Sumalavia.

Recientemente he participado en talleres que no sólo han encendido y atizado en mi interior el fuego literario, sino que han enriquecido mi experiencia de lector. Me he sentido como un turista compartiendo comentarios con otros viajeros sobre la visita a un museo, y reconociendo la labor del guía por los datos e información suministrados, y porque ha hecho más ameno el paseo.

Definitivamente, los talleres de lectura (y escritura), bien diseñados y conducidos, pueden convertirse en espacios de encuentro, aprendizaje y, sobre todo, generar ese combustible que necesitamos para empezar una actividad (en este caso abrir un libro), y luego, ya entusiasmados por el aperitivo que desinhibe y da impulso, disfrutar de cada sorbo página tras página. 

Crédito de imagen: https://cronicaglobal.elespanol.com