jueves, 25 de mayo de 2017

LIVIANOS DE EQUIPAJE


Por Nando Vaccaro Talledo –Mayo del 2017


Trabajamos con esfuerzo y ahorramos lo que podemos para poder comprar lo que queremos. Aunque suena a trabalenguas, digo lo que queremos porque primero debemos conseguir lo imprescindible para sobrevivir, que no es siempre lo que queremos (aunque hay personas que no siguen esa lógica y viven sobreendeudadas). Pero lo que queremos es cada vez más y más porque vivimos inmersos en una cultura que apuesta por el hacer y el consumir, y nos ha convertido en personas de un apetito insaciable en cuanto a ambicionar bienes, muchas veces insustanciales pero que ocupan el tiempo y el lugar que alguna vez tuvieron las relaciones más estrechas con nuestros amigos, padres o seres queridos, es decir las emociones más intensas y humanas, esas que solo son posibles en la calidez de un abrazo, en la conversación presencial o en la simple compañía.

Este es el punto donde se requiere establecer una distinción clara: no se trata de hacer una “apología a la pobreza” sino un llamado a la sobriedad, y en todo caso a la sensatez. Manifestaba el expresidente de Uruguay José Mujica: “cuando compras algo no lo haces con dinero sino con el tiempo de vida que tuviste que gastar para tener esa plata. Pero la única cosa que no se puede comprar es la vida. La vida se gasta. Y es miserable gastar la vida para perder libertad”.

Estas consideraciones del gran Pepe Mujica no son desproporcionadas. Por el contrario, responden a una cosmovisión, una filosofía de vida que ha sido transmitida desde hace mucho tiempo, pero cultivada por muy pocos. Uno de los hacedores fue San Francisco de Asís, quien tenía, según ha dicho Facundo Cabral, una de las fórmulas de las felicidad: “Deseo poco, y lo poco que deseo lo deseo poco”.



El deseo es uno de los causales de conflicto, decía Facundo, pues por desear lo que no tengo no disfruto ni valoro lo que tengo, y así cada vez más me vuelvo triste y desdichado. Según los entendidos de teología, Francisco de Asís ha tenido el espíritu más parecido a Jesús en cuanto a pobreza y desprendimiento, además de su sentido ecuménico e integrador, que abarcaba creyentes como no creyentes.


Facundo Cabral ha sido una de esas notables excepciones que no solo ha promovido esta filosofía de vida sino que también la ha cultivado. Quienes hemos tenido el honor de conocerlo personalmente podemos dar fe de esto; además, sus conciertos, su música y obra en general (tiene libros extraordinarios como Ayer soñé que podía y hoy puedo) nos ayudan a escapar de la vorágine citadina y consumista para recogernos, soñar y reflexionar, saber que no todo está perdido, que cada día se puede empezar de nuevo, que no es rico el que más tiene sino el que menos necesita, que mano ocupada es mano perdida, que el conquistador por ir en busca de su conquista se hace esclavo de lo que conquistó, es decir que jodiendo se jodió…

Ir livianos de equipaje por la vida es andar con tranquilidad, moderación y prudencia; pero no por ello debemos abandonar nuestros sueños y objetivos. Por el contrario, estos nos debemos guiar para poner nuestra vocación y creatividad al servicio de la humanidad y como regocijo de nuestro propio espíritu. Lo que no puede sucedernos es perder la brújula de las prioridades, es decir empezar a darle importancia y trascendencia a las cosas que no son más que eso, que no deben tenernos sino al contrario, porque los momentos más felices y memorables de nuestras vidas no son con algo sino con alguien.