domingo, 15 de enero de 2017

MODELO DIDÁCTICO SOCIOCONSTRUCTIVISTA PARA LA ENSEÑANZA DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR

Por Nando Vaccaro Talledo – Enero 2017 (Breve ensayo académico)

El escenario pedagógico en la educación del nivel superior tiene un horizonte más claro y esperanzador, puesto que ahora ya no se persigue la idea de enseñar por contenidos ni evaluar solo por exigencia de la institución y/o sociedad, sino que la enseñanza-aprendizaje y la evaluación forman un todo integrador, indivisible, en un proceso que busca trabajar en el desarrollo de competencias y capacidades del estudiante para atender a la problemática de su coyuntura social. 

En este sentido, el modelo socioconstructivista, impregnado del enfoque ecologista, se yergue como la variante más completa, enmarcada en un nuevo paradigma que rompe con la idea del docente como epicentro del proceso pedagógico y, por el contrario, le brinda un rol preponderante y activo al estudiante. Estos atributos le exigirán al alumno mayor autonomía y responsabilidad, pero al mismo tiempo encontrará más sentido a su educación porque ahora se puede evidenciar que el proceso de enseñanza-aprendizaje “sirve para la vida”, una visión que antes, con el enfoque tradicional, generaba incertidumbre y desazón al no hallar referencias reales en lo que se proyectaba en clase.

Por supuesto que los enfoques anteriores y
tradicionales, como el conductista o el cognitivista, no deben ser del todo soslayados. Sus fundamentos han prevalecido por mucho tiempo y ello les confiere jerarquía para situarlos como una opción de consulta. Sin embargo, las exigencias del mundo actual, como la globalización, la injerencia inexorable de la tecnología y la demanda de innovación y cambio constantes demandan un enfoque que se adapte a esos y otros requerimientos, que por supuesto son tenidos en cuenta por el socioconstructivismo.

                En lo estrictamente pedagógico, Díaz Barriga (1999) establece dos explicaciones sobre la evolución de la didáctica: la primera es desde la perspectiva clásica, centrada en el contenido, y que obedece al enfoque tradicional; la segunda surge a partir del movimiento de la escuela activa, que promueve centrar el foco de interés en el estudiante. Es decir, ahora no es que el maestro enseñe, sino que el estudiante aprende. Y esto sea dicho sin ánimos de relativizar ni menospreciar la labor docente. La intención es potenciar la energía y capacidades del educador para que los procesos de enseñanza que guíe y facilite resulten más óptimos y apropiados. En pocas palabras, que no enseñe para cumplir con su trabajo sino que su vocación sea realmente motivadora para los estudiantes. Y para lograrlo, el planteamiento didáctico resulta fundamental.  

En su artículo científico La didáctica como herramienta de la pedagogía en la educación superior, el doctor en pedagogía Tiburcio Moreno Olivos (2011) define a la didáctica como una ciencia teórico-práctica, que trata el qué, cómo y cuándo enseñar. Si esta descripción la llevamos al campo de la literatura, veremos que también hay conexión, porque en una obra importan tanto el qué y el cómo se narran los hechos. Una buena historia mal contada quedará en el olvido. De igual manera una clase o sesión de aprendizaje con estupendos contenidos pero sin una propuesta didáctica activa y coherente con la estructura de las competencias, adolecerá de interés por parte de los participantes.

Y en este punto hay que tener mucho cuidado y recelo con las tecnologías, pues no basta con equipar de novedosos aparatos la universidad cuando ni los profesores están actualizados ni es consecuente con los propósitos que se persiguen. La tecnología, la infraestructura, los materiales y recursos deben estar al servicio de la educación, pero no son un fin en sí mismos. El socioconstructivismo alerta sobre estos riesgos, e impulsa el planteamiento de estrategias metodológicas dinámicas, cuyos procesos pedagógicos permitan cubrir los cuatro procesos de aprendizaje fundamentales en la educación superior: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir, aprender a ser.

Finalmente, es menester destacar que el despliegue de una propuesta didáctica debe estar sustentado en un marco teórico y conceptual. Por esta razón, el Dr. Moreno señala de manera tajante: “la didáctica no debe concebirse únicamente como un variado conjunto de estrategias docentes”. Es por ello que cualquier iniciativa didáctica necesita estar alineada con una estructura pedagógica coherente, y dentro de la misma las estrategias metodológicas deben demostrar pertinencia entre los procedimientos a seguir y el desarrollo de competencias.


Bibliografía


Díaz Barriga, Á. (1999). Didáctica y currículum. México: Paidós.

Merino Marchán, J. M. (2016). Módulo Didáctica en Educación Superior. Piura: UNP.

Moreno Olivos, T. (2011). Didáctica en la eduación superior: nuevos desafíos en el siglo XXI. Perspectiva Educacional, 26-54.

Rosselló Ramon, M. (2005). Didáctica general versus didácticas específicas: un viaje de ida y vuelta. Educació i Cultura, 133-142.

Sevillano García, M. L. (2004). Didáctica y Currículum: controversia inacabada. Enseñanza, 413-418.



domingo, 8 de enero de 2017

PROACTIVIDAD ¡Todo empieza por uno mismo!


Por Nando Vaccaro Talledo – Enero 2017
nandovaccaro@gmail.com
https://lapalabrabrota.blogspot.pe/


"A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota."  
Madre Teresa de Calcuta


  
"Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo”
Mahatma Gandhi



En la institución donde trabajaba yo veía que se generaban dificultades a la hora de inscribirse y pagar los alumnos porque nadie se atrevía a sugerir cambios o proponer modificaciones necesarias y menos a realizar algo concreto. Entonces planteé nuevas alternativas para agilizar los trámites, e incluso me ofrecí para ir algunos sábados (mi semana laboral era de lunes a viernes) y poner en marcha lo propuesto. 

Por aquel entonces trabajaba en el área de logística en una Sociedad Civil que ofrecía una serie de capacitaciones, y mis funciones aún nada tenían que ver con la parte pedagógica o didáctica. Sin embargo, observaba una serie de problemas que debían resolverse para alivio de los alumnos, pero también de la institución y por supuesto de quienes trabajábamos ahí, pues era incómodo relacionarse con personas malhumoradas que renegaban y se quejaban todo el tiempo pero que preferían quedarse en el molde y no salir de su “zona de confort”. 

Finalmente se aplicaron las propuestas y en pocos días me encontraba con rostros renovados, tanto de los estudiantes como de mis compañeros de trabajo. Me sentí muy satisfecho, y eso que las mejoras no me beneficiaban directamente. La esposa del dueño se acercó un día y me felicitó por ser muy “proactivo”. Esa fue la primera vez que escuché ese término. En aquel entonces no sabía su significado, por lo que al inicio lo confundí con hiperactivo o productivo

En las semanas siguientes no solo recibí muestras de gratitud verbal sino también un aumento, que siempre viene bien, pero además obtuve la mejor de las recompensas: darme cuenta de que me gusta el servicio y la formación de personas, y decidí primero concluir mi carrera de ciencias de la comunicación y luego capacitarme como coach y expositor de todo lo concerniente a Habilidades Blandas y Relaciones Interpersonales. 

El significado más concreto de PROACTIVIDAD es el de tomar la iniciativa en un contexto determinado, y hacerse responsable de esa propuesta en la intervención y realización de la misma. Muchas personas, en sus trabajos o en sus hogares, no ofrecen propuestas para mejorar aspectos que están provocando conflictos, ya sea porque no se animan o temen no ser escuchados, y que al final no se obtengan los resultados esperados; o lo más penoso de todo porque no les interesa y tienen flojera de que por esa iniciativa recaiga más responsabilidades sobre ellos. Y esto último es precisamente lo contrario: REACTIVIDAD, cuando nos desinteresamos de lo que sucede en nuestro entorno, cuando teniendo la oportunidad de proponer o hacer algo simplemente nos quedamos en las mismas, aunque veamos que todo es caótico y agobiante.  
La voluntad humana es una de las energías más fuertes que existe. El psiquiatra Viktor Frankl lo corroboró intensamente cuando fue prisionero tres años en un campo de concentración Nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Entonces reconoció en la voluntad y la decisión unas de las mayores fortalezas para lograr cosas extraordinarias, y de vital repercusión para no sucumbir ante las circunstancias más terribles que se puedan presentar. De su experiencia personal y del análisis de la situación extrema que atravesaban los sometidos surgió el neologismo PROACTIVIDAD, para describir la conducta y actitud de aquellas personas que, aún en la coyuntura más extrema de supervivencia, se hacían cargo de su propia vida, de su yo interior, y no solo luchaban para no abandonarse sino que además sus pensamientos y sus acciones eran de entereza, de gratitud y compañerismo.[1]


Por lo general hacemos lo que hacemos porque hay una recompensa que esperamos recibir, sea un sueldo en el trabajo, un plato de comida en casa o una satisfacción al adquirir algo o estar junto a un ser querido. Y evitamos hacer lo que no debemos por temor a las sanciones, como pasarnos una luz roja para no pagar una multa, procurar no entregar el trabajo a destiempo para librarnos del memorándum o incluso no faltar a las obligaciones familiares para evitar discusiones.

En todos los casos, por lo general, nos hemos acostumbrado a realizar lo mínimo e indispensable que nos corresponde, y a evitar inconvenientes. ¿Se puede vivir así? Claro, es una vida horizontal, sin problemas pero también sin grandes sorpresas. Sabemos y sentimos, no obstante, que podemos dar más porque en nuestra esencia humana está la capacidad de entrega, de compartir, de querer que las cosas mejoren en nuestro entorno porque eso nos hará más felices –y seremos de influencia positiva para los demás–, al margen de que pueda generarnos también réditos materiales. Entonces, si lo sabemos, si lo sentimos y está en nuestros ADN, ¿por qué nos quedamos inoperantes, limitándonos nosotros mismos a plasmar grandes ideas, a generar un ambiente más grato e incluso a producir con mayor eficacia?  

Pues porque los factores externos nos han hecho olvidar nuestra sabia naturaleza interior, porque hemos perdido un poco la confianza y las motivaciones intrínsecas, y porque, en definitiva, nos hemos malacostumbrado a vivir en el caos. Ahora creemos que las malas noticias son todo lo que pasa en el mundo, que está bien vivir enemistado con nuestros colegas y que estar a la defensiva es la mejor manera de evitar problemas. Y en esto radica el craso error de la mayoría; error que, felizmente, puede ser corregido y superado. ¿Qué se necesita? Pues, simplemente, voluntad y decisión para que las cosas empiecen a cambiar desde uno, desarrollando nuestras habilidades blandas[2] para luego ver el reflejo de ese cambio en las otras personas; entonces el mundo ha de brillar más gracias a nuestra inquebrantable proactividad.





[1] Sugiero la lectura del libro EL hombre en busca del sentido, de Viktor Frankl, quien no solo sobrevivió de manera increíble y digna a los campos de concentración, sino que vivió 95 años para ayudar a las personas a través de su profesión y desarrollar la “Logoterapia”, o terapia del sentido de la vida, de la cual él es su creador.

[2] Sugiero visitar la web del coach Vilmar Braga (mi mentor) http://www.coachingdeespiritu.com/ y en particular leer su artículo referido a este tema de Habilidades Blandas: http://media.wix.com/ugd/7511ea_07c2143825d24656a029a6a88b9e4c7c.pdf


lunes, 2 de enero de 2017

2017: ALLÁ VOY

Por Nando Vaccaro Talledo – enero 2017

               
Cada vez que empieza un nuevo año procuramos recargarnos de energía, nutrir nuestras esperanzas y apostamos por mejorar nuestras vidas en diversos aspectos. Para lograr objetivos, cumplir metas y concretar nuestros sueños se requiere de mucho entusiasmo, motivación, voluntad, autoestima, sentido de propósito. Pero estos “componentes” necesitan de un nexo que les otorgue una dimensión exacta y real de posibilidades y perspectivas: la planificación

Planificar, organizar y preparar son elementos esenciales en el proceso de realización y ejecución de nuestros sueños, anhelos e ideas. Podemos vivir sin ser precavidos y sin planear debidamente lo que vamos a hacer; es una posibilidad, por cierto, nada recomendable, porque las cosas que se realizan sin una preparación tarde o temprano se desarticulan y desmoronan.
  
¿Se imaginan a un chef que empiece a preparar el buffet para un matrimonio, y que haya solicitado los insumos e ingredientes de memoria? ¿Qué pasaría si olvidó algo? Sería una experiencia desagradable para él y para todos los comensales ¿Y qué sucedería si un cirujano no ha equipado bien la sala de operaciones? ¿Qué acontecería si llega un paciente de emergencia y el quirófano no cuenta con un instrumento o medicamento que debió haber previsto con una adecuada planificación? Creo que todos ya sabemos lo que podría pasarle a ese paciente si…

Así como en el ejemplo anterior, planificar, organizar y preparar adecuadamente puede ser tan crucial como de vida o muerte. Y nuestra vida también requiere planificación y ordenamiento, para saber qué queremos realizar, con qué elementos contamos y qué otros necesitamos, cuáles van a ser los pasos a seguir, entre otros aspectos. Todo nace de un sueño e idea. “Ayer soñé que podía, y hoy puedo”, nos dice Facundo Cabral en su libro del mismo nombre. Pero a los sueños hay que aterrizarlos para que no se nos vuelen de las manos y a las ideas hay que detallarlas y describirlas para que tengan un sentido concreto.


Cuando tengo oportunidad de ofrecer talleres o conferencias de crecimiento personal, liderazgo o habilidades blandas en general, trato de sugerir que los sueños y metas se exterioricen, de esta manera tomamos conciencia de su importancia. Es aconsejable distribuirlos por áreas de nuestra vida. Por ejemplo, en el área personal están todas las categorías que atañen a nuestra salud, espiritualidad, formación académica, trabajo y tiempo de ocio. En el área interpersonal están las relaciones con la pareja, con la familia, los amigos y la labor social. Finalmente el área material debería incluir el espacio profesional en toda su magnitud, lo financiero y las adquisiciones que se esperan tener.

               
Dentro de las áreas la descripción de cada aspecto debe ser lo más precisa y detallada posible. Al igual que una agenda diaria, tener en cuenta todos los factores que requerimos para cumplir nuestras metas nos permitirán tenerlos presentes. Y para darle carácter realista es fundamental señalar el tiempo, tanto de inicio como de duración de una actividad. Por ejemplo, si una de mis metas es irme de viaje al cuzco en agosto, entonces ya sé que deberé seguir ahorrando para este evento, que es menester tomar previsiones en cuanto a los pasajes, el hospedaje y otros aspectos de nuestra vida que estarán en contexto. De igual forma si necesito conectarme más conmigo mismo, debo indicar que tomaré diariamente por lo menos media hora para orar, meditar, rezar o realizar otra actividad que me conecte con mi interior y mi espiritualidad.
               

               

Otras dinámicas que sugiero en los talleres son “la carta de compromiso conmigo mismo” y la “dinámica del collage”. La primera es un espacio para sincerarnos, para documentar nuestras intenciones y poder corroborarlas a fin de año. Si no cumplimos con lo que nos proponemos no habrá demandas ni embargos de por medio, pero sí descontento y lamentaciones. Lo segundo es un elemento simbólico, una representación artística de nuestras metas. Conseguimos una cartulina o un papelote, unas cuantas revistas, una tijera y una goma. Después de haber identificado nuestros anhelos y objetivos, seleccionaremos fotos e imágenes que se relacionen con ello. Por ejemplo, si pretendo viajar buscaré la imagen de un bus o un avión. Si necesito empezar a tener actividad física recortaré la imagen de alguien haciendo ejercicios. De esta manera completaremos un collage que colocaremos en nuestra habitación para que cada día, antes de dormirnos y al despertar, recordemos que tenemos una meta o un sueño que perseguir, y que en gran medida depende de nosotros para que se realicen.