miércoles, 1 de mayo de 2019

RESEÑA DEL LIBRO “PERRA MEMORIA”, DE JOSÉ LALUPÚ


Por Nando Vaccaro Talledo 

Hay poetas que escriben contando y hay narradores que lo hacen cantando. José Lalupú, de estirpe narradora y corazón poético, cuenta, canta y nos encanta. En Perra Memoria su prosa es embrujadora; no busca los artificios literarios sino el hechizo y la verosimilitud. Y lo consigue. Nuestro escritor es la antítesis de la estructura, de la rigidez y lo encasillado. Es por ello que al leer sus relatos, con diversidad de temas, no solamente disfrutamos de las historias, lo cual ya es un logro notable, sino que también experimentamos emociones, percibimos sensaciones; y esto es posible gracias al admirable talento que el autor posee en la dosificación del lenguaje.

El primer cuento cedió su denominación para el título de la obra: Perra Memoria. Es la reconstrucción de un recuerdo, la nostalgia de una pasión que tuvo un desenlace trágico. El escenario es la universidad y el testigo involuntario de ese amor juvenil es Barraco, un perro sarnoso pero muy fiel. Son muy interesantes las transiciones narrativas del presente al pretérito y viceversa, porque no hacen ruido ni interrumpen la concentración de la lectura. Hay un predominio de lo poético por sobre la narración elemental, con pizcas de humor pero también de sensualidad, haciendo que nos incorporemos al juego de fantasía, cuitas y misterio.

Celebración de la muerte es el segundo relato y quizás, según mi humilde opinión, el que reúne elementos de un cuento superlativo. La voz principal la tiene un “hincha” de fútbol, no necesariamente de Cienciano pero sí del milagroso triunfo del equipo cusqueño, primero ante River y luego ante Boca. Desde un inicio el lector queda atrapado en medio de la emoción y después es imposible no contagiarse de la euforia colectiva, como si realmente estuviéramos ahí, en el bar del “Gato” Álvarez viendo el partido donde “no cabía ni un sentimiento más”.  Hay momentos donde la historia desde el bar se entrelaza con los jugadores que estaban disputando el partido contra Boca en ese momento, logrando una mimetización formidable. El final inesperado consigue un cierre redondo (sinceramente este relato no tiene nada que envidiar al de grandes escritores sudamericanos que han explorado el fútbol para escribir sus historias, como el “Negro” Fontanarrosa, Eduardo Galeano o el mismo Julio Ribeyro).


En orden de aparición Ñañañique es el tercer cuento, que bien podría estar rotulado bajo la seña de relato fantástico, porque si bien se circunscribe a un contexto reconocible de “la realidad real” (Chulucanas), los componentes del clímax están amparados en sucesos sobrenaturales, como los avistamientos de ovnis y la invasión extraterrestre. Sin embargo, para el registro amplio de la ficción, este relato busca compatibilizar con las creencias que pueda tener el lector o, por el contrario, desafiar sus prejuicios o incredulidad; por eso el ejercicio de la lectura es tan íntimo y personal. En ese sentido, el astuto narrador nos deja dos opciones, y las dos muy válidas: podemos creer en la visita de estos seres extraños, “muy altos, achinados y de trajes luminosos”, u optar por la explicación más racional, que todo se debió a los desvaríos del protagonista por consumir LSD.

Etemenanqui es el cuarto y más extenso cuento del libro. Con un evidente respaldo histórico, este relato se sitúa en las cercanías de los ríos Tigris y Éufrates, hace varios cientos de años, y recrea de modo legendario la construcción de un zigurat (torres piramidales en cuyas cúspides se creaba un templo o santuario) bajo las órdenes de Nemrod, el despiadado centinela de este inalcanzable monumento. La historia está contada desde la voz de uno de los esclavos, por quien nos enteramos del fin último de Etemenanqui (o la torre infinita que debe llegar al cielo): en el templo de este zigurat la bella Lisbany deberá ser fecundada por un dios, encarnado en Nemrod.


En el relato Dórica y el cepo, volvemos a los días actuales y al ámbito universitario. Es la historia de un profesor recién ascendido a director que empieza a perder la cabeza por su secretaria; entonces los sueños eróticos de este hombre, que convivía entre colegas y alumnos casi en el anonimato, brotan incontrolables, y para ello la narración se nutre con dosis de hilaridad y picardía, recursos bien elegidos y distribuidos para un cuento de deseos afiebrados.


El último cuento (en la tercer y última edición) es El maestro de literatura. Nuevamente aparece Barroco, pero esta vez en la nostalgia del personaje-narrador que describe sus días de estudiante carenciado mientras interpela a su compañera para que le revele una gran noticia que le tiene. Este es, qué duda cabe, un evidente y merecido homenaje al maestro Sigifredo Burneo, alguien capaz de hacer con “sus palabras que la literatura se vuelva fuego vivo, capaz de hacerte abandonar este terrenal mundo y revivir las historias que habías leído, o soñar las que aún no”. Para el narrador de esta historia y su co-protagonista, además del café, la prosa de Borges y los juegos de amor, nada resultaba tan estimulante como las clases de literatura del profesor Burneo, que impulsaba su vocación de escribidores. 

COLOFÓN: Perra Memoria es una obra breve en dimensión pero prodigiosa en calidad literaria, como el ingenio luminoso de José Lalupú, quien ha sabido fusionar las dos esferas de su vida: la académica y la artística. Licenciado en literatura y Doctor en Educación muestran sus credenciales; en sus venas corre sangre de narrador, pero tiene alma de poeta, además de congeniar muy bien con las “artes gráficas”. Con varios premios literarios y reconocimientos en su haber, Perra Memoria ya ha sido reeditada y, no cabe duda, tendrá más ediciones.