viernes, 25 de noviembre de 2016

EVOLUCIÓN DE LA ESCRITURA: cómo y en qué escribimos

Por Nando Vaccaro Talledo – Noviembre 2016

Primero fueron ideogramas en las cavernas; después los jeroglíficos y, como le consta a Moisés, inscripciones sobre tablas de piedra y en otros sitios de arcilla, dando origen a la escritura cuneiforme; luego de varias centurias de pasar por otros registros generosos para el proceso evolutivo llegó por fin la escritura sobre papel; siglos después se pudo ya no escribir a mano sino “teclear” un solo tipo de letra del alfabeto, en minúsculas o mayúsculas, en una máquina de escribir, con la condición de estar atentos porque un error podía hacernos repetir el texto; décadas después apareció la computadora, y pasamos de teclear a tipear, perdimos el miedo a equivocarnos al aplastar el dedo y un mundo de opciones y diseños se abrió ante nuestros ojos en solo un click (seguramente a estas alturas hemos tipeado y clickeado más veces de las que hemos escrito con lapicero sobre un papel). Pero también empezamos a descuidarnos en la sintaxis y hasta en la semántica porque “la compu” lo hace por nosotros; en los siguientes años llegaron aparatos más novedosos y hasta portátiles, en los que ya no se teclea, tipea o clickea, sino simplemente se digita con una sutil caricia sobre la pantalla del dispositivo.
Es más que probable que ya existan en el mercado internacional artefactos de igual o mayor sofisticación que los usados por el científico Stephen Hawking (su silla de ruedas está controlada por una computadora que él maneja a través de leves movimientos de la cabeza y los ojos, y contrayendo una de sus mejillas puede componer palabras y frases que son emitidas por un sintetizador de voz), con lo cual se alivia más el trabajo para las manos: solo pensar, guiar con los ojos y se reproduce lo que queremos decir.  


Entonces, ahora es propicio plantear la siguiente interrogante: ¿en qué consiste realmente el proceso físico (no el mental) de la escritura? ¿Podemos llamar escribir a estos últimos procedimientos tecnológicos y virtuales de reproducción? ¿Qué nos imaginamos cuando decimos o escuchamos que alguien está realizando el “acto” de escribir (lo que en semiología se denomina “signo lingüístico”)? Respondiendo a esto último, conjeturo que la mayoría, incluidos los más tecnologizados, visualizan a una persona verdaderamente escribiendo, es decir anotando, redactando con su puño y letra sobre una hoja o cuaderno.  


En lo particular, no desdeño las evoluciones técnicas en este campo. Incluso gran parte de este artículo ha sido elaborado en un dispositivo móvil, por necesidad (no tenía un lapicero ni una hoja a la mano cuando pensé en escribirlo) y también por comodidad (era de madrugada). Sin embargo, el proceso cognoscible de lo que significa escribir solo puede definirse desde la individualidad de cada autor, y no me refiero solo a grandes escritores, sino a cualquier persona que deba escribir un texto y elija un medio para materializarlo. Es cierto que en ocasiones no hay tiempo ni siquiera para esbozar un borrador de un trabajo o informe, y se deben tipear directamente. Pero qué hay de las cartas de amor, de las notas de agradecimiento para nuestros padres y madres en su día. ¿Acaso no es intenso y especial escribirlas a mano y sentir que no hay una especie de barrera entre nuestros sentimientos y lo que estamos plasmando? Un lapicero y  un papel son extensiones, prótesis de nuestro cuerpo, pero lo es más todavía un aparato móvil o una computadora. Además, estos últimos, al igual de lo que podría ocurrir si diferenciamos leer de un libro que de un dispositivo virtual, nos demanda mayor desgaste de la visión y hasta distracciones que nos sacan del tema.  

Para la mayoría de los escritores profesionales, e inclusive para quienes disfrutan compartiendo sus creaciones en palabras que luego darán vida a un texto, del género que fuere, la escritura, la redacción en un papel es como un parto natural: un pacto con la esencia misma del ser, es dar vida esparciendo la tinta del lapicero sobre la hoja incólume que de a poco se va vistiendo con sentido y armonía, a través del brazo y de la mano que son como el cordón umbilical (damos por descontado que el cerebro es el útero: en él todo se concibe primero). Desde luego, resulta inexorable tipear el producto final, ya sea para enviarlo por internet, imprimirlo o solo guardarlo. Pero el placer de escribir, ese “vicio insaciable y abrasivo, el más íntimo y solitario que pueda imaginarse” como menciona Gabriel García Márquez en el prólogo de Doce cuentos peregrinos, es, simplemente, incomparable.




domingo, 20 de noviembre de 2016

LA DEPRESIÓN NO ES COSA DE PERDEDORES: ES UNA ENFERMEDAD


Por Nando Vaccaro Talledo – 20 noviembre del 2016

Aunque por estos días todos los medios estén focalizando la atención de la información en el foro de APEC, no podemos –ni debemos– olvidar que la depresión no es para perdedores. Este concepto fue exclamado por la excandidata presidencial Keiko Fujimori,  hace unos días en Lima, y de inmediato propició un consecuente rechazó por parte de innumerables personas e instituciones, entre ellas la Asociación Peruana de Psiquiatría.

Para quienes hemos vivido de manera directa e indirecta los problemas y sufrimientos que acarrea la depresión nos cuesta entender cómo una lideresa política puede cometer semejante desatino. Entiendo que “en el fondo” no haya querido expresar lo que finalmente se entendió; pero, por lo mismo, los personajes públicos y de innegable poder persuasivo deben ser cautelosos y precisos en sus discursos; porque si casi medio país votó por ella, quiere decir que sus palabras pueden influenciar los actos y pensamientos de mucha gente.

RECORDEMOS que la señora Keiko Fujimori, tras varios meses de ausencia mediática, apareció para inaugurar un nuevo local partidario. En gran parte de su alocución se dedicó a criticar al actual gobierno (está en su derecho como ciudadana y política, pero eso tampoco le hace bien a la “salud mental” de la población, porque lo que se espera de una lideresa inteligente son propuestas y asertividad). Y en un momento dijo textualmente lo siguiente: “especulaban que estaba deprimida, no me conocen. Jamás. Eso es para los perdedores. Yo no me siento perdedora”.

Lo que, seguramente, ella pretendió fue desarticular los rumores que encontraban en su derrota electoral la justificación de su ausencia en la participación política activa. Pero los personajes que tienen gran injerencia y repercusión social deben sopesar lo que exponen, porque en ellos importa tanto el qué y el cómo lo dicen. Aunque su intención no haya sido querer enmarcar de perdedores a las personas que sufren de depresión, lo cierto es que eso entendimos (otro asunto a discutir es que tildar de perdedor a alguien también resulta un agravio). Sin embargo, sería descabellado pensar que la excandidata haya proferido esa frase deliberadamente, teniendo en cuenta que sus padres han padecido esta enfermedad.

 ¿QUÉ ES LA DEPRESIÓN? La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que la depresión es una enfermedad frecuente en todo el mundo. Se calcula que afecta a unos 350  millones de personas, y es distinta de las variaciones habituales del estado de ánimo y de las respuestas emocionales breves a los problemas de la vida cotidiana. Puede convertirse en un problema de salud serio, especialmente cuando es de larga duración e intensidad moderada a grave, y puede causar gran sufrimiento y alterar las actividades laborales, escolares y familiares. En el peor de los casos puede llevar al suicidio.


El médico psiquiatra Alberto Fernández nos alerta sobre los síntomas: “los pacientes deprimidos exhiben tristeza y/o una falta de placer por las cosas que antes disfrutaban, pérdida o aumento importante de peso, somnolencia o insomnio, conducta agresiva o apagada, fatiga, sentimiento de inutilidad, pérdida de la atención y concentración que usualmente compromete la memoria de corto plazo e indecisión”. Si a los síntomas mencionados por el médico también perduran por más de quince días pensamientos de tristeza, trágicos y de muerte, entonces debemos encender la alarma y buscar ayuda de inmediato con un profesional de la salud mental, es decir un psicólogo, psicoterapeuta y psiquiatra (la OMS señala que no siempre aparecen todos los síntomas juntos). Fuente: http://vital.rpp.pe/expertos/la-depresion-enfermedad-o-debilidad-noticia-977311.

PROBLEMA DE SALUD PÚBLICA: Recordemos que el artículo 2, inciso 1 de la Constitución del Perú, dicta que toda persona tiene derecho “a la vida, a su identidad, a su integridad moral, psíquica y física…”. Es decir el Estado debe salvaguardar y garantizar este derecho,  en el que se establece prioridad a la salud mental. Sin embargo, no existe una política de Estado que contemple darle  urgencia a esta creciente necesidad. En algunas provincias ni siquiera existe un psicólogo de planta, y en el mejor de los casos solo Serums que, culminado su año de servicio, dejan a muchos pacientes a mitad de tratamientos. Ni qué decir de psiquiatras, que acaso ya es difícil encontrarlos en ciudades muy pobladas.

                El Dr. Fernández señala que la depresión es “un trastorno común y un problema de salud pública”. Y nos alerta sobre las estadísticas de esta enfermedad: “Estados Unidos tiene una prevalencia en 16,2% de la población. En el Perú, solo en la ciudad de Lima, alcanza al 19% de la población. A esta alta prevalencia se suma el hecho de ser una enfermedad que de no ser tratada tiende a la cronicidad generando en el individuo deterioro en los ámbitos social, laboral y cognitivo (Problemas de atención, concentración y de memoria). Además, se calcula que aproximadamente 2/3 de los pacientes deprimidos tienen ideas suicidas y 15% se suicidan”.

DESCONOCIMIENTO E IGNORANCIA: la falta de información y los prejuicios sociales son una conjunción que genera la ausencia de empatía por parte de familiares y amistades de quienes padecen depresión. Por eso ha sido tan criticable la declaración de Keiko Fujimori, porque el mensaje que nos ha transmitido es: si alguien se deprime es un perdedor, es decir una persona floja, sin voluntad ni convicción y por lo tanto merece nuestro rechazo. Nada más absurdo y peligroso que considerar a alguien depresivo como un fracasado, porque en ese estado no se puede juzgar la capacidad volitiva de una persona. Es por ello el rechazo y preocupación manifestados por la  Asociación Psiquiátrica Peruana en un comunicado emitido el 10 de noviembre.


                En este sentido, el psiquiatra Alberto Fernández manifiesta: “Los familiares y amigos del paciente deprimido, al no conocer las características de esta enfermedad o simplemente no aceptar su existencia, intentan “animar” al paciente con frases “poco felices” como:
•    “Lo que pasa es que no pones de tu parte”.
•    “No tienes derecho a estar deprimido porque tienes todo”.
•    “Lo que te falta es voluntad”.
•    “Yo también tuve depresión y salí solo”.
•    “Esas son tonterías, en mi tiempo esto no existía”.

                Lejos de ayudar, frases como estas hunden más a una persona deprimida, la hacen sentir culpable de su enfermedad y hasta pueden conducir a la desesperación que termina en un inexorable suicidio. No todas las depresiones manifiestan los mismos síntomas ni presentan el mismo nivel de intensidad ni “martirio” al paciente, por lo que cada proceso de mejora dependerá en gran medida de cuánto la impronta psíquica y emocional de la enfermedad ha calado en el paciente, y en este proceso es esencial el apoyo y acompañamiento de los seres cercanos, quienes deben informarse para descubrir que los pacientes tienen sus “momentos”, y que no es favorable demostrar debilidad, tristeza y menos hostigamiento al pretender acelerar el proceso.

LA DEPRESIÓN NO DISCRIMINA: En la revista Somos del diario El Comercio, del pasado 12 de noviembre, la magíster en psicología Doris Argumedo nos da más luces sobre el alance de esta enfermedad: “la depresión es una condición clínica que no está bajo el control de la persona. Todos tenemos episodios de estado de ánimo bajo, falta de sueño y disminución del apetito, pero cuando estos restringen nuestra funcionalidad normal requerimos atención personalizada. Cualquiera puede caer en depresión, pero no todos tienen los recursos emocionales para sobreponerse a ella, como los son las relaciones significativas o proyectos de vida”.

LA DEPRESIÓN EN EL PERÚ: en el portal web de RPP (la sección “Vital”) nos dan un alcance sobre las crudas estadísticas de esta enfermedad, con datos otorgados por el Instituto Peruano de Salud Mental: en nuestro país es el trastorno mental más común (alrededor de 1 millón 700 mil personas la padecen); en Lima metropolitana cada 22 minutos una persona intenta hacerse daño; de cada 100 adolescentes, el diez por ciento presenta episodios depresivos; la depresión causa entre el 60 y el 80% de los suicidios. Fuente: http://vital.rpp.pe/expertos/la-depresion-es-el-trastorno-mas-comun-en-el-peru-noticia-971106


TRATAMIENTO: en el mismo informe anterior, el director general del Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado-Hideyo Noguchi, Humberto Castillo Martell, “La mayoría de trastornos tienen primero una base genética. Existe una cierta predisposición en algunas personas a sufrir un trastorno o no. Luego están los trastornos asociados al estrés. Cuanto más temprano es este, más severas son las consecuencias”. Por su parte, el Dr. Fernández señala que “hoy el avance en el conocimiento médico nos permite acceder a información que da evidencia de la realidad de esta enfermedad y en la actualidad existen tratamientos eficaces (farmacológicos y/o psicoterapéuticos) para su afrontamiento, y si es tratada a tiempo y de forma adecuada tiene excelente pronóstico”. Finalmente, debemos tener presente que la comprensión y el amor que ofrezcan amistades y familiares son factores que también se deben integrar en el tratamiento de recuperación.