sábado, 27 de julio de 2019

NO GANAMOS LA COPA PERO SÍ UN EJEMPLO BICOLOR DE RESILIENCIA


Nando Vaccaro Talledo 

En la víspera de nuestras fiestas patrias, y con varias alegrías ya en los juegos panamericanos, algunas personas aún conservan la imagen de la derrota en la final de la Copa América, pero otras guardamos indeleble aquel extraordinario partido de semifinal contra Chile, acaso uno de los mejores encuentros disputados por la selección peruana de fútbol en toda su historia (por la circunstancia, por lo que estaba en juego, por cómo se jugó, contra quién se jugó y con goleada incluida).


Sin embargo, muy pocos han reparado en algo realmente extraordinario: la conmovedora fortaleza del equipo para reponerse de la estrepitosa goleada contra el mismo Brasil en la fase de grupos. En un torneo corto, por lo general, se torna muy cuesta arriba recuperarse de una caída tan dolorosa.

Pero los “muchachos” lo hicieron y nos enseñaron un notable ejemplo de superación y resiliencia.  Y de esto debemos hablar con nuestros hijos, familiares y amigos (más con los primeros si queremos mostrarles cómo a través del deporte podemos emocionarnos y también obtener un gran aprendizaje).

Todos recordarán cómo nos ensañamos con los jugadores después de ese 5 a 0, sobre todo contra el arquero por un error de cálculo, como si ese involuntario desliz hubiera desencadenado la derrota. Y si así fuera, ¿hubiéramos sido tan crueles con esa persona si se tratara de nuestro hermano, padre o hijo?

Nos hemos malacostumbrados a mirar la paja en ojos ajenos y a no ser autocríticos, porque nos cuesta observar hacia dentro, en nuestro interior, conocernos a nosotros mismos; y es más fácil juzgar y burlarse de los demás que intentar enmendar nuestros errores y subsanar nuestras limitaciones.



Y eso es precisamente lo que hizo el equipo: reconoció que hubo varios tropiezos, que no se jugó bien, que el rival fue superior pero que, a pesar de todo ello, era necesario asimilar la derrota, pasar el trago amargo de esa experiencia para saber cuál era nuestra realidad y cómo debían prepararse para lo que continuaba.

Con bastante escepticismo, sobre todo por los momentos de zozobra que hubo para la clasificación, los “hinchas” querían más emociones, porque en definitiva eso es lo que buscamos al apreciar un deporte: sentir una exaltación compartida y proyectarnos en quienes “nos representan”.

Y vaya si tuvimos enormes e inolvidables emociones, que nos hicieron olvidar el trago amargo de la primera derrota, pero que también nos permitieron ver con claridad que para tener grandes satisfacciones es imprescindible mirar hacia dentro, saber quiénes somos y con qué contamos para robustecer nuestra capacidad anímica y poder levantarnos ante las adversidades (eso es precisamente la resiliencia). Y, por qué no, superar a cualquier rival.