Nando Vaccaro Talledo
En la víspera de nuestras fiestas
patrias, y con varias alegrías ya en los juegos panamericanos, algunas personas
aún conservan la imagen de la derrota en la final de la Copa América, pero otras guardamos indeleble aquel extraordinario
partido de semifinal contra Chile, acaso uno de los mejores encuentros
disputados por la selección peruana de fútbol en toda su historia (por la
circunstancia, por lo que estaba en juego, por cómo se jugó, contra quién se
jugó y con goleada incluida).
Sin embargo, muy pocos han reparado
en algo realmente extraordinario: la conmovedora fortaleza del equipo para
reponerse de la estrepitosa goleada contra el mismo Brasil en la fase de
grupos. En un torneo corto, por lo general, se torna muy cuesta arriba recuperarse
de una caída tan dolorosa.
Pero los “muchachos” lo hicieron
y nos enseñaron un notable ejemplo de superación y resiliencia. Y de esto debemos hablar con nuestros hijos,
familiares y amigos (más con los primeros si queremos mostrarles cómo a
través del deporte podemos emocionarnos y también obtener un gran aprendizaje).
Todos recordarán cómo nos ensañamos
con los jugadores después de ese 5 a 0, sobre todo contra el arquero por un
error de cálculo, como si ese involuntario desliz hubiera desencadenado la
derrota. Y si así fuera, ¿hubiéramos sido tan crueles con esa persona si se
tratara de nuestro hermano, padre o hijo?
Nos hemos malacostumbrados a
mirar la paja en ojos ajenos y a no ser autocríticos, porque nos cuesta observar
hacia dentro, en nuestro interior, conocernos a nosotros mismos; y es más fácil
juzgar y burlarse de los demás que intentar enmendar nuestros errores y subsanar
nuestras limitaciones.
Y eso es precisamente lo que hizo
el equipo: reconoció que hubo varios tropiezos, que no se jugó bien, que el
rival fue superior pero que, a pesar de todo ello, era necesario asimilar la
derrota, pasar el trago amargo de esa experiencia para saber cuál era nuestra
realidad y cómo debían prepararse para lo que continuaba.
Con bastante escepticismo, sobre
todo por los momentos de zozobra que hubo para la clasificación, los “hinchas” querían
más emociones, porque en definitiva eso es lo que buscamos al apreciar un
deporte: sentir una exaltación compartida y proyectarnos en quienes “nos
representan”.
Y vaya si tuvimos enormes e
inolvidables emociones, que nos hicieron olvidar el trago amargo de la primera
derrota, pero que también nos permitieron ver con claridad que para tener
grandes satisfacciones es imprescindible mirar hacia dentro, saber quiénes
somos y con qué contamos para robustecer nuestra capacidad anímica y poder levantarnos
ante las adversidades (eso es precisamente la resiliencia). Y, por qué no,
superar a cualquier rival.
Bonito todo, excelente amigo.
ResponderEliminarGracias, mi estimado, lo importante es compartir ideas y experiencias que nos hagan mejores personas y ayuden a desarrollarnos como sociedad
ResponderEliminar