lunes, 2 de enero de 2017

2017: ALLÁ VOY

Por Nando Vaccaro Talledo – enero 2017

               
Cada vez que empieza un nuevo año procuramos recargarnos de energía, nutrir nuestras esperanzas y apostamos por mejorar nuestras vidas en diversos aspectos. Para lograr objetivos, cumplir metas y concretar nuestros sueños se requiere de mucho entusiasmo, motivación, voluntad, autoestima, sentido de propósito. Pero estos “componentes” necesitan de un nexo que les otorgue una dimensión exacta y real de posibilidades y perspectivas: la planificación

Planificar, organizar y preparar son elementos esenciales en el proceso de realización y ejecución de nuestros sueños, anhelos e ideas. Podemos vivir sin ser precavidos y sin planear debidamente lo que vamos a hacer; es una posibilidad, por cierto, nada recomendable, porque las cosas que se realizan sin una preparación tarde o temprano se desarticulan y desmoronan.
  
¿Se imaginan a un chef que empiece a preparar el buffet para un matrimonio, y que haya solicitado los insumos e ingredientes de memoria? ¿Qué pasaría si olvidó algo? Sería una experiencia desagradable para él y para todos los comensales ¿Y qué sucedería si un cirujano no ha equipado bien la sala de operaciones? ¿Qué acontecería si llega un paciente de emergencia y el quirófano no cuenta con un instrumento o medicamento que debió haber previsto con una adecuada planificación? Creo que todos ya sabemos lo que podría pasarle a ese paciente si…

Así como en el ejemplo anterior, planificar, organizar y preparar adecuadamente puede ser tan crucial como de vida o muerte. Y nuestra vida también requiere planificación y ordenamiento, para saber qué queremos realizar, con qué elementos contamos y qué otros necesitamos, cuáles van a ser los pasos a seguir, entre otros aspectos. Todo nace de un sueño e idea. “Ayer soñé que podía, y hoy puedo”, nos dice Facundo Cabral en su libro del mismo nombre. Pero a los sueños hay que aterrizarlos para que no se nos vuelen de las manos y a las ideas hay que detallarlas y describirlas para que tengan un sentido concreto.


Cuando tengo oportunidad de ofrecer talleres o conferencias de crecimiento personal, liderazgo o habilidades blandas en general, trato de sugerir que los sueños y metas se exterioricen, de esta manera tomamos conciencia de su importancia. Es aconsejable distribuirlos por áreas de nuestra vida. Por ejemplo, en el área personal están todas las categorías que atañen a nuestra salud, espiritualidad, formación académica, trabajo y tiempo de ocio. En el área interpersonal están las relaciones con la pareja, con la familia, los amigos y la labor social. Finalmente el área material debería incluir el espacio profesional en toda su magnitud, lo financiero y las adquisiciones que se esperan tener.

               
Dentro de las áreas la descripción de cada aspecto debe ser lo más precisa y detallada posible. Al igual que una agenda diaria, tener en cuenta todos los factores que requerimos para cumplir nuestras metas nos permitirán tenerlos presentes. Y para darle carácter realista es fundamental señalar el tiempo, tanto de inicio como de duración de una actividad. Por ejemplo, si una de mis metas es irme de viaje al cuzco en agosto, entonces ya sé que deberé seguir ahorrando para este evento, que es menester tomar previsiones en cuanto a los pasajes, el hospedaje y otros aspectos de nuestra vida que estarán en contexto. De igual forma si necesito conectarme más conmigo mismo, debo indicar que tomaré diariamente por lo menos media hora para orar, meditar, rezar o realizar otra actividad que me conecte con mi interior y mi espiritualidad.
               

               

Otras dinámicas que sugiero en los talleres son “la carta de compromiso conmigo mismo” y la “dinámica del collage”. La primera es un espacio para sincerarnos, para documentar nuestras intenciones y poder corroborarlas a fin de año. Si no cumplimos con lo que nos proponemos no habrá demandas ni embargos de por medio, pero sí descontento y lamentaciones. Lo segundo es un elemento simbólico, una representación artística de nuestras metas. Conseguimos una cartulina o un papelote, unas cuantas revistas, una tijera y una goma. Después de haber identificado nuestros anhelos y objetivos, seleccionaremos fotos e imágenes que se relacionen con ello. Por ejemplo, si pretendo viajar buscaré la imagen de un bus o un avión. Si necesito empezar a tener actividad física recortaré la imagen de alguien haciendo ejercicios. De esta manera completaremos un collage que colocaremos en nuestra habitación para que cada día, antes de dormirnos y al despertar, recordemos que tenemos una meta o un sueño que perseguir, y que en gran medida depende de nosotros para que se realicen. 


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