Por Nando
Vaccaro Talledo – enero 2017
Planificar, organizar y preparar son elementos
esenciales en el proceso de realización y ejecución de nuestros sueños, anhelos
e ideas. Podemos vivir sin ser
precavidos y sin planear debidamente lo que vamos a hacer; es una posibilidad,
por cierto, nada recomendable, porque las cosas que se realizan sin una
preparación tarde o temprano se desarticulan y desmoronan.
¿Se imaginan a un chef que empiece a preparar el
buffet para un matrimonio, y que haya solicitado los insumos e ingredientes de
memoria? ¿Qué pasaría si olvidó algo? Sería una experiencia desagradable para él
y para todos los comensales ¿Y qué sucedería si un cirujano no ha equipado bien
la sala de operaciones? ¿Qué acontecería si llega un paciente de emergencia y
el quirófano no cuenta con un instrumento o medicamento que debió haber
previsto con una adecuada planificación? Creo que todos ya sabemos lo que podría
pasarle a ese paciente si…
Así como en el ejemplo anterior, planificar,
organizar y preparar adecuadamente puede ser tan crucial como de vida o muerte.
Y nuestra vida también requiere planificación y ordenamiento, para saber qué
queremos realizar, con qué elementos contamos y qué otros necesitamos, cuáles
van a ser los pasos a seguir, entre otros aspectos. Todo nace de un sueño e
idea. “Ayer soñé que podía, y hoy
puedo”, nos dice Facundo Cabral
en su libro del mismo nombre. Pero a los sueños hay que aterrizarlos para que
no se nos vuelen de las manos y a las ideas hay que detallarlas y describirlas
para que tengan un sentido concreto.
Cuando tengo oportunidad de ofrecer talleres o conferencias de crecimiento
personal, liderazgo o habilidades
blandas en general, trato de sugerir que los sueños y metas se exterioricen, de esta manera tomamos conciencia
de su importancia. Es aconsejable distribuirlos por áreas de nuestra vida. Por
ejemplo, en el área personal están todas las categorías que atañen a nuestra
salud, espiritualidad, formación académica, trabajo y tiempo de ocio. En el
área interpersonal están las relaciones con la pareja, con la familia, los
amigos y la labor social. Finalmente el área material debería incluir el
espacio profesional en toda su magnitud, lo financiero y las adquisiciones que
se esperan tener.
Otras dinámicas que sugiero en los talleres son “la carta de compromiso conmigo mismo” y la “dinámica del collage”. La primera es un espacio para sincerarnos, para documentar nuestras intenciones y poder corroborarlas a fin de año. Si no cumplimos con lo que nos proponemos no habrá demandas ni embargos de por medio, pero sí descontento y lamentaciones. Lo segundo es un elemento simbólico, una representación artística de nuestras metas. Conseguimos una cartulina o un papelote, unas cuantas revistas, una tijera y una goma. Después de haber identificado nuestros anhelos y objetivos, seleccionaremos fotos e imágenes que se relacionen con ello. Por ejemplo, si pretendo viajar buscaré la imagen de un bus o un avión. Si necesito empezar a tener actividad física recortaré la imagen de alguien haciendo ejercicios. De esta manera completaremos un collage que colocaremos en nuestra habitación para que cada día, antes de dormirnos y al despertar, recordemos que tenemos una meta o un sueño que perseguir, y que en gran medida depende de nosotros para que se realicen.
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