Por Nando Vaccaro
Talledo – Marzo 2017
nandovaccaro@gmail.com
https://lapalabrabrota.blogspot.pe
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Cuando nos
preguntamos por lo más valioso que tenemos en la vida (además de la vida misma,
por supuesto) generalmente pensamos en nuestros seres amados: esposa, hijos,
padres, hermanos, familiares, amigos, y un poco menos en nuestros logros y
obtenciones; y en menor medida aún hacemos referencia a tener una buena salud.
Sin embargo, hay un factor preponderante para determinar (además del aspecto
emocional) qué tan bien nos sentimos y cuánto se puede prolongar: el factor
tiempo.
El tiempo es
uno de los conceptos o definiciones más polisémicas y polivalentes que existe,
y que puede resultar relativo en muchos casos pero también absoluto (de esto
último, según la mecánica de Newton el tiempo es independiente de la situación
y movimiento del espectador). Basta con dar una mirada a las descripciones de
tiempo en el diccionario; las del DRAE son las oficiales, pero yo prefiero y
recomiendo, en general, las interpretaciones vertidas en www.wordreference.com por ser más coherentes y prácticas.
El tiempo es/son:
la duración y las secuencias de todo lo que vivimos y experimentamos (para lo
primero la unidad internacional de medida es el segundo, para lo último las
secuencias o “tiempos” pueden ser el pasado, presente o futuro); el clima y por
extensión las estaciones del año; la oportunidad de hacer algo (“cada cosa a su
tiempo”); los actos en que se divide algo (ejercicios militares, encuentros
deportivos, etc.); y hay muchas construcciones semánticas con la palabra tiempo
que hacen alusión, entre otras cosas, a la gramática, informática, música,
astronomía y hasta al ámbito religioso.
En este
artículo quiero circunscribir el tiempo a su carácter democrático, es decir la
cara más “humana” del tiempo. Todos los seres de la tierra, y por supuesto el
hombre sin distinción social, cultural o económica, tenemos 24 horas al día (y
no 25 como la canción de Proyecto Uno). Y no tenemos ni el tiempo y menos la
vida comprada, aunque algunos viven con una indiferencia tal que despilfarran
lo más preciado que tenemos: el tiempo. Por eso bien decía Facundo Cabral: “hay
gente que va de la cuna a la tumba y nunca se percata de su existencia”.
Muchos viven
como si no fueran a morir nunca, y lejos están de querer aprender para ser
mejores personas. Esto dista una eternidad de lo que pregonaba Mahatma Gandhi:
“vive como si fueras a morir mañana:
aprende como si el mundo fuera a durar para siempre”. Hay personan que no
viven, y menos aprovechan su tiempo, sino que deambulan por la vida, como si su
definición de personas fuera como la de casi el resto de seres vivos: nacer,
crecer, reproducirse y morir (y dije
casi porque hay animales que cumplen funciones vitales en la naturaleza, como
las abejas, y otros que acompañan y dan tanto amor como le es posible;
verbigracia los perros y los gatos).
La vida es
tiempo. Tiempo de palabras, actos y decisiones que vamos construyendo segundo a
segundo. Podemos tropezar y caer pero no
quedarnos en el suelo (no hay tiempo para eso). Podemos equivocarnos pero
tenemos el derecho, y sobre todo el deber, por agradecimiento a Dios y a la
vida, de enmendar nuestros yerros. Por eso Víktor Frankl, psiquiatra judío que
sobrevivió al holocausto nazi, y que en adelante al fin de la segunda guerra
mundial no perdió ni un segundo en su vida, nos aconseja: “vive como si ya estuvieras viviendo por segunda vez y como si
la primera vez ya hubieras obrado tan desacertadamente como ahora estás a punto
de obrar”.
Debemos vivir a tiempo
completo, de lunes a domingo, y no solo los fines de semana. La vida está en
marcha y aún estamos a tiempo, como cantó alguna vez el incomparable Cantiflas.
Por eso, agarremos al tiempo en nuestras manos antes de que se nos escurra como
la arena fina del mar. No vayamos contra el tiempo, mejor ir de la mano con él;
hagamos las cosas con tiempo, antes de que el tiempo nos haga cosa, o mejor
dicho polvo.
Hay experiencias que
mejor tiempo al tiempo (como ser padres cuando tengamos un sensato grado de
madurez y algo de solvencia), y debemos tener presente que también existen
eventos en nuestra vida que no llegan cuando los queremos sino cuando los
necesitamos y merecemos, así que todo a su tiempo (obtener un título
profesional, comprar un auto). No te quejes de que no hay tiempo; es tarea
nuestra discernir entre lo importante y lo urgente, entre lo momentáneo y lo
esencial (estar con las personas que amamos).
Como
recomendaba el poeta Horacio: “Carpe
Diem”. Aprovecha tú día al máximo, sácale el jugo a la vida porque, como expresaba
otro poeta, esta vez Virgilio: “tempus
fugit”, el tiempo vuela y se nos escapa. Seamos felices todo el
tiempo, no solo de tiempo en tiempo, porque no es suficiente; el corazón
necesita recargar energías todos los días. Finalmente, y tal como
le decía en la canción The girl is mine
Michael Jackson a Paul McCartney: “¡Don't waste your time! (¡no desperdicies tu
tiempo!).
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