Por Nando
Vaccaro Talledo – Noviembre 2018
“La juventud no es la esperanza del mañana; es la acción de hoy, o no es nada” - José Carlos Mariátegui
“La juventud no es la esperanza del mañana; es la acción de hoy, o no es nada” - José Carlos Mariátegui
Mientras
los medios de comunicación (masivos) nos bombardean con noticias truculentas y divulgan
funestos hallazgos de nuestros supuestos líderes, gobernantes, representantes y
demás garabatos que se hacen llamar así mismos “políticos” (por supuesto no
todos porque algunos –muy pocos– sí merecen esta distinción), existe un rescoldo
de esperanza a partir de acciones que propician la participación de adolescentes
y jóvenes que intentan atisbar cómo funciona el mundo y cómo se podrían
resolver los grandes problemas que aquejan a nuestra sociedad, empezando por su
entorno; y lo más importante: aún no están contaminados por la ambición
inescrupulosa ni el veneno radiactivo del poder (además de que en estas últimas
semanas estamos teniendo ejemplos dignos a imitar, con ideales y convicciones, que
están marcando un notable precedente en nuestro país en el ámbito de la
justicia).
Tuve el honor de ser invitado para participar en un
congreso de líderes adolescentes, específicamente de Municipios Escolares,
conformados por sus respectivos alcaldes y las diversas comisiones de
regidores. Esta reunión fue constituida por iniciativa de la Institución
Educativa Femenina “Isolina Baca Haz” de Chulucanas. Participaron delegaciones
de diversos colegios de esta localidad, y también de La Encantada, Yapatera y
Batanes. Se conformaron mesas de diálogo y se ofrecieron alocuciones sobre
temas específicos, a través de profesionales que representan a entidades que se
encargan de trabajar esas problemáticos, como el ministerio de Salud y la
Fiscalía, y que atañen el contexto en el que viven y se interrelacionan los adolescentes: Internet y sus efectos;
embarazo adolescente y ETS; mecanismos legales de denuncias y medios de
protección; rol de los municipios escolares.
En
mi caso, fui convocado para dar una “charla” sobre este último tema. Pero más
que una charla o exposición yo quería generar, como casi siempre lo intento si
las circunstancias son factibles, un espacio de interacción recíproca con los
adolescentes, que se distendieran y tuvieran la soltura para pensar,
analizar, reflexionar y ofrecer sus opiniones sin sentirse intimidados o coartados
por exámenes o el qué dirán, como suele suceder en las aulas. El ámbito era propicio
porque se habían distribuido las mesas al aire libre, en el patio techado, y
estuvimos felizmente a salvo del implacable sol. Como
es previsible, al principio la mayoría de los participantes de nuestra mesa
(alcaldes de sus respectivos municipios escolares, en total ocho, de los cuales
dos eran mujeres) estaban tímidos, aunque expectantes.
Quise
ir más allá de aludir los criterios de sus funciones, la responsabilidad que
conlleva sus cargos, etc.; es decir, de los conceptos y definiciones que
seguramente ya deben conocer y haber tratado en clases. Quise mostrarles que,
pese a la obstinación de los medios de comunicación y de personas insensatas
que promueven el miedo y el odio (más que seguro por su incapacidad de amar),
necesitamos creer en la vida, en nuestros propósitos y convicciones, en los
ideales de que un mundo mejor, más justo, equitativo, honesto y solidario es
posible.
Como
no podía ser de otra manera, empecé comentándoles el rol preponderante de la
lectura y la escritura en nuestra formación como ciudadanos, y que es el
sustrato de la democracia. Si las personas no tienen estas herramientas
fundamentales para participar de manera activa en la sociedad y hacer
prevalecer sus derechos (y enterarse de sus deberes) entonces es un sinsentido
hablar de democracia. En nuestro país, por desgracia, el panorama es aciago. Acá
en Chulucanas el analfabetismo sobrepasa el 20% y en zonas del Alto Piura puede
llegar hasta el 40% (Fuente INEI). Sin embargo, las personas analfabetas,
carentes de estas herramientas esenciales que toda Nación que se jacte de ser
una democracia participativa debe brindar, se convierten en ciudadanos a ciegas;
un ejemplo claro de esto es el sufragio universal, que, lejos de ser un
derecho, se impone como un deber, una coacción, porque de no sufragar se padecerá
la consecuencia de una multa.
Ilustré
la trascendencia que tiene la lectura con la historia de Frederick Douglas, un
norteamericano de ascendencia africana, nacido esclavo, que aprendió el
alfabeto gracias a la esposa de su dueño, un “blanco” adinerado. Cuando este se
enteró de lo que hacía su esposa, se lo reprochó, y ella, acaso con la candidez
de casi toda mujer que no entiende de guerras ni odio pero que debe someterse a
estas prácticas crueles de los hombres, le preguntó qué tenía de malo enseñarle
a leer al pequeño Frederick, a lo que el hombre respondió: “enseñándole a leer dejará de ser esclavo”. Al escuchar esto, el pequeño
supo cuál era el camino (en su autobiografía manifestó que “si no hubiera aprendido a
leer, nunca habría tenido la esperanza de emanciparse). Pues bien, Frederick Douglas fue quien redactó el
decreto de abolición de la esclavitud en los Estados Unidos, que luego sería
firmado y refrendado por el presidente Abraham Lincoln (narrar historias breves
y recordar anécdotas siempre son buenos recursos para atrapar la atención de un
público; por ello, no es coincidencia que las tradiciones orales sigan tan
vigentes como en tiempos remotos).
Para
esa reunión había elegido a algunas personalidades, valiosos y trascendentes
líderes y lideresas en la historia de la humanidad, que me parecieron fascinantes y
motivadores cuando los descubrí. Así que me preparé leyendo e investigando más,
sobre todo para recordar su legado en el mundo y algunas de sus locuciones más
memorables. Le pedí a cada participante que leyera las frases de los personajes
(había elegido cuatro o cinco de cada uno), y que interpretara y reflexionara
sobre esos pensamientos, con total libertad y espontaneidad. Para no hacer muy
extenso este artículo, sólo citaré una frase de cada personaje:
“La
democracia es el gobierno de la gente, por la gente, para la gente” - Abraham Lincoln
“El amor no puede
permanecer en sí mismo. No tiene sentido. El amor tiene que ponerse en acción.
Esa actividad nos llevará al servicio”
- Teresa de Calcuta
“Debemos llevar a cabo
un acto de bondad al azar, sin ninguna expectativa de recompensa, pero con la
certeza de que un día alguien podría hacer lo mismo por uno” - Diana de Gales
“Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su origen o
su religión. La gente aprende a odiar, y si se puede aprender a odiar, también
se puede enseñar a amar; el amor llega más naturalmente al corazón humano que
su contrario” –
Nelson Mandela
A los que les gusta
mucho la plata hay que correrlos de la política. Son un peligro. Los políticos
tenemos que vivir como vive la mayoría y no como vive la minoría – José Mujica
A
medida que los adolescentes iban leyendo se detenían en algunas frases, o concepciones,
y hacían analogías con nuestro contexto sociocultural, o con la realidad que
ellos atraviesan, e iban adueñándose de lo que finalmente quise transmitirles
en ese encuentro (que resultó muy corto), y que se relaciona con una estupenda significación
de Howard Gardner, creador de la teoría de las Inteligencias Múltiples: “Nadie puede convertirse en un profesional exitoso
si no se es buen ser humano”.
Sostengo
que en realidad no se puede ser nada bueno sino nos erigimos, educamos, y
formamos como personas nobles, generosas, solidarias, evitando sucumbir con
todas nuestras fuerzas a las bajas pasiones de la ambición, el derroche, el
libertinaje, el poder, el odio…Y entendamos que el bien (y el mal) común
también nos afecta porque somos seres sociales, no parias como los animales,
sino que estamos inevitable y benditamente ligados. Es decir, no solo vivimos
puertas para dentro, sino –y más que nada– puertas para fuera. Vivimos y
convivimos en una interacción constante, ahora más en la era digital, donde la
acción de alguien repercute en todos. Por eso el pensador argentino José
Ingenieros decía: “Bastaría saber que
mientras uno trabaja para todos, todos están trabajando para uno”. En ese
sentido, es imprescindible involucrarnos en aspectos sociales y políticos (a
propósito, hace unos meses publiqué el artículo “Involucramiento Social”: https://lapalabrabrota.blogspot.com/2018/04/involucramiento-social.html
Debemos desterrar de una vez por todas la falsa idea y los prejuicios que nos han endilgado y nos hacen creer que la política es cosa mala y solo está destinada para unos cuantos.
Debemos desterrar de una vez por todas la falsa idea y los prejuicios que nos han endilgado y nos hacen creer que la política es cosa mala y solo está destinada para unos cuantos.
Es
cierto que unos cuantos corruptos, viles y despreciables han provocado que la
política sea vista con rechazo; pero, lejos de ser algo repulsivo, la acción política,
la participación social, es una de las más nobles y necesarias acciones que
podemos realizar como seres humanos y ciudadanos; no es requisito llegar a ser
funcionarios para hacer política, solo basta tomar conciencia de que es el
camino para vivir mejor en sociedad, que hay diferentes problemáticas que
podemos abordar y encontrarles solución de manera directa o indirecta, teniendo
injerencia en nuestra comunidad o a través de una organización civil.
Estoy
convencido, por el brillo de sus ojos, por la inocencia de sus sonrisas, por la
paciencia que tuvieron, por el grado de atención, por la participación y
posteriormente por la exposición que realizaron, que los jóvenes, con quienes
tuve el alto honor de compartir hace unos días la mesa de diálogo sobre
municipios escolares, han incorporado una visión más amplia, han asimilado y discernido
que los libros y la lectura pueden cambiar vidas y hasta la historia de un
país, y que desde ahora son ciudadanos, que no hace falta que cumplan la edad
mínima para votar en elecciones públicas oficiales puesto que, en definitiva, han comprendido que la política es un
servicio; y lo que más dicha me ha dado es percibir que ahora ya tienen la
semilla de la convicción, indispensable para que ese gran árbol de posibilidades
en el que cada uno puede convertirse, lejos de crecer torcido, sea un árbol de incontables
frutos y ofrezca sombra y alegría a muchas personas.
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