Por Nando Vaccaro Talledo – Noviembre
del 2018
A
propósito de un artículo anterior que publiqué (“Todo tiene su tiempo y su
momento”), mi amigo, el Dr. Eduardo Granda Córdova, manifestó lo siguiente: “Interesante artículo; sin embargo, la edad
de inicio sexual en el Perú oscila entre los 11 y 14 años y el embarazo
adolescente es una realidad (que duele) y que va en aumento. Ante esta
situación ¿Cuál sería tu propuesta como educador?”
Aprovecho
para agradecerle a Eduardo por leer el artículo en mi blog, y por propiciar un
encuentro dialéctico, reflexivo y analítico, pues esa es la intención de este
espacio. Además, ha generado un nuevo artículo.
LAS TRAMPAS DEL PROPIO
ESTADO PERUANO: en
efecto, el embarazo adolescente es una de las tantas "realidades" en
nuestro país, entre otros problemas sociales que nos abruman a diario, y que
son expuestos por los medios de comunicación cuando hay un caso llamativo (por
no decir morboso), pero sin un tratamiento a fondo ni constante por parte de
los mismos medios y de las autoridades e instituciones competentes, lo que en
gran medida explica por qué no hay cambios positivos notorios de esta y otras
vicisitudes: pobreza, analfabetismo, burocracia, narcotráfico, informalidad (en
todos los ámbitos), etc.
La
situación del Estado Peruano es lamentable, inconsecuente, y los sectores
fundamentales, salud y educación, son los más golpeados y corroídos. Desde los
nombramientos indiscriminados y el posicionamiento de personas con títulos y
currículos dudosos, hasta los malos tratos, la inercia diaria, la mediocridad y
falta de visión colectiva; así como también caer en la inercia de hacer las
cosas por cumplir, para salir del paso, el conformismo, la negligencia, la
insensibilidad son otros de los tantos males que nos aquejan como individuos y
carcomen a la sociedad. Por supuesto que aquellos que no pertenecen al sector
público tampoco están exentos de estas deformaciones; pero en aquél está más
arraigado.
INICIO SEXUAL A TEMPRANA
EDAD: en cuanto al
tema del artículo anterior, es cierto, no podemos negar que el inicio sexual de
los adolescentes fluctúa, por lo general, entre esas edades que menciona el Dr.
Granda, situación que no se ha originado en nuestro tiempo sino que casi
siempre ha sido así (sobre todo para los hombres, quienes podían tener sus
enamoradas adolescentes y todavía no tener encuentros íntimos con ellas, pero
buscaban la forma de iniciarse sexualmente, ya sea con mujeres adultas o en burdeles).
Sin embargo, hoy se ve más potenciado (el inicio sexual) por los estímulos
visuales y auditivos a los que están expuestos los y las adolescentes, desde
canciones que hablan solo de sexo y contenido en la televisión e internet muy
sugestivo, que dan como consecuencia no solo embarazos precoces sino múltiples
enfermedades de transmisión sexual y afecciones a la salud mental y emocional
(pero también porque los niños, adolescentes y jóvenes no tienen espacios
sociales para expresar y desarrollar sus potencialidades; porque, por lo
general, ir al colegio es una obligación muchas veces tortuosa; porque la
educación no necesariamente favorece la movilidad social –pero sí la
corrupción–; porque recién cuando terminan el colegio deben elegir una carrera
u oficio, descubrir su vocación, conocer el mundo, como si hubieran estado
encapsulados toda la etapa escolar; porque casi nadie se pone en sus zapatos,
ni los comprende, ni entiende sus cambios fisiológicos, hormonales, sus
necesidades, sus dudas, sus emociones…en fin; solo nos limitamos a culparlos
pero no somos capaces de ofrecerles alternativas ni soluciones).
Debemos
recordar, también, que no en todos los casos se "enciende" la libido
a tan temprana edad; dependerá de los factores externos y ambientales, del
proceso hormonal y la canalización de estímulos de cada adolescente. No
obstante, para todos los casos, hay algo crucial: la educación como sistema no
está cumpliendo un verdadero rol preventivo, sensibilizador y menos motivador.
EL ENTORNO EDUCATIVO:
UN REFUGIO SIN EMOCIONES NI MOTIVACIÓN:
La mayoría de niños y adolescentes ven el colegio, las clases y todo lo
relacionado con el entorno académico como una obligación, una exigencia, una
opresión, y no como un ecosistema armonioso para encontrarse a sí mismos y
encontrar sus talentos, un escenario que los ayude a descubrir sus vocaciones,
expresar sus emociones, sus sentimientos; es decir, para ser felices. Esto
también explica, en gran medida, que el acercamiento a los libros, el arte y la
cultura cueste tanto, porque no hay una orientación adecuada para relacionar la
lectura con pasar un momento agradable, experimentar emociones y sentirse bien
(algo que intento hacer desde la biblioteca municipal de Chulucanas).
Entonces,
en una especie de rebelión a las imposiciones, de romper las cadenas de la
opresión, de huir a ese “acuartelamiento” a que son sometidos en interminables
horas de clases inertes, de no sentirse escuchados ni comprendidos, el
reggaetón, las bebidas, las fiestas, el alcohol, las malas juntas, los
videojuegos y por supuesto el sexo son más que una tentación, porque se
convierten en un escape a la enajenación y alienación en que viven.
Si
el sistema educativo, y por supuesto la familia y otros entornos, se enfocaran más
en las emociones, en alentar las ganas de ir concretando sueños en lugar de
frustrarlos con exámenes memorísticos; si, en definitiva, los adolescentes
fueran motivados y desarrollaran su propia capacidad de explorar sus talentos y
crecer con sus convicciones, estoy seguro que tendrían otra visión de la vida,
madurarían más rápido y no caerían en tentación tan fácilmente; sin duda, se
sentirían con seguridad y confianza para comunicarse, preguntar y saber elegir
(incluso si tuvieran que elegir métodos anticonceptivos).
No
digo que no deban salir a reuniones o fiestas, o empezar a tomar bebidas a una
edad apropiada, o tener acercamientos exploratorios previos a las relaciones
sexuales (tampoco se trata de ir contra la corriente ni reprimir “nuestro lado
más instintivo”, pero sí de guiarlo a través de la razón y la educación para
que puedan tomar mejores decisiones). Creo que si seguimos “educando” a los
niños y adolescentes como si fueran máquinas para procesar información, para
dar exámenes censales, coartados todo el tiempo, sin afecto, contención ni
empatía, lo más probable es que todas las nefastas cifras sigan
incrementándose. Debemos dejar de ver a los niños y adolescentes como una
porción estadística, como números e indicadores y acercarnos al ser humano que
habita en cada uno de ellos.
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