Por Nando Vaccaro Talledo (febrero, 2025)
El 2024 ha sido un año de novedades editoriales que entusiasmaron a los
lectores. Dentro de los libros que pudimos observar en los anaqueles de librerías,
sin duda el que causó mayor sorpresa fue En agosto nos vemos, de García
Márquez, publicado de manera póstuma a diez años de su muerte. Debo admitir que
antes de leer el libro del Nobel colombiano tenía mis reparos, y presumía que
no había sido buena idea por parte de sus hijos publicar una obra sin su
consentimiento, y que además él no había concluido. Sin embargo, ahora afirmo
que fue un total acierto no haber respetado la voluntad de su padre: la novela
reproduce los bríos de Gabo, obviamente no a la altura de sus obras
monumentales, pero sí se perciben los destellos de su magia inconfundible.
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Otra publicación muy esperada fue Le dedico mi silencio. Vargas
Llosa ha anunciado que será su última novela, y acaso ese también ha sido un
motivo más, de ilusión y nostalgia, para reencontrarnos con la prosa limpia y
clara de nuestro Nobel, a través de un tema muy peruano: la música criolla, y
la tesis de que ese género musical puede unir al país.
Me animé también a reencontrarme con Murakami, a bordo de su última novela:
Los muros inciertos. Esta voluminosa obra ofrece una versión del autor nipón
más tranquila que de costumbre, con extensas descripciones, aunque muy vívidas
y potentes, pero con la carencia (en mi opinión) de una trama que genere
expectación.
En lo concerniente a ficción suelo leer, sobre todo, novelas, y de
preferencia realistas. Sin embargo, me animé a incursionar en un género que
está en la cornisa entre la ciencia ficción y el thriller. En este caso me
refiero a la obra Un mundo sin hombres, de Sandra Newman. Una novela con
tintes más utópicos que distópicos, pues, como el mismo título anticipa, el
mundo se ha quedado sin hombres (literalmente de la noche a la mañana), y las
mujeres deberán elegir entre buscar a sus esposos, hijos y hombres de su vida,
o adaptarse a una nueva sociedad, sin las injusticias ni violencias provocadas
precisamente por los hombres.
Otro género al que he dedicado más horas de lectura es al cuento, y en
paralelo a un estudio académico sobre el mismo, lo cual me ha permitido
entender y disfrutar más de los relatos. Entre los más memorables puedo citar
los siguientes: El hogar del soldado, de Ernest Hemingway; Patriotismo,
de Yukio Mishima; Una aventura literaria, de Roberto Bolaño; La culpa
es de los Tlaxcaltecas, de Elena Garro; Los residuos de la felicidad,
de Francis Scott Fitzgerald; Una vida de verdad, de Alice Munro; Bola
de Sebo, de Guy de Maupassant; Una hilera de ginkgo, de Yasunari
Kawabata.
Por supuesto, también he recurrido a ensayos y a obras de investigación,
sobre todo en el campo de las ciencias sociales, la psicología y la filosofía.
Debo destacar el libro Educar para sentir, sentir para educar, de la
psicóloga chilena Pilar Sordo; una guía maravillosa para padres y maestros, que
nos ayuda a comprender mejor a nuestros hijos y a repotenciar nuestra relación
con ellos, y modificar, para bien, nuestros esquemas de crianza.
Tampoco podían faltar mis relecturas y pequeñas dosis de poesía. Volver a
las páginas de La tregua, del uruguayo Mario Benedetti, ha sido un
placer enorme, a lo que prosiguió la visualización de la versión fílmica (adaptada,
producida y realizada en Argentina con un elenco de lujo allá por los años de
1970). En cuanto a los versos, el año pasado han estado en mi mesa de noche la melancolía
y las añoranzas de Alejandra Pisarnik.
Finalmente, pero no por ello menos importante, están las obras de
escritores piuranos, a quienes he podido acompañar en las presentaciones y a
través de las lecturas (y en algunos casos, cuando el tiempo ha sido benigno,
también con una reseña en mi blog). Entre ellas: El primer peruano, de
Ricardo Ráez; Cuentos de amor y música, de Marita Rishing; Mamá
Suyay, creadora de nieve, de Antonio Zeta; Una mirada al vuelo, de
Alberto Machuca; entre otros.
Y para este 2025 la intención es, desde luego, leer cuanto se pueda, y
continuar promoviendo la lectura a través del blog “La palabra brota”, y de
otros espacios en los que colaboro habitualmente. Como bien decía la
historiadora y periodista Bárbara Tuchman: “Los libros son compañeros,
maestros, magos, los banqueros de los tesoros de la mente. Los libros son la
humanidad en la impresión”. Y para el cierre de la presente, recordemos al gran
Cervantes, autor de Don Quijote de la Mancha, quien reconocía la importancia
de la lectura al afirmar que "el que lee mucho y anda mucho, ve mucho
y sabe mucho".
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