Por Nando Vaccaro Talledo – septiembre 2025
Garbo, porte y caballerosidad son algunos de los atributos que distinguen a un cadete leonciopradino; además, por supuesto, de ser paradigma de disciplina, moralidad y trabajo: valores intrínsecos de nuestra formación.
Si hay algo que la patria hoy
nos demanda, es ser coherentes con lo que decimos. Para un hombre que ha tenido
el honor de ser parte del Colegio Militar Leoncio Prado, la responsabilidad
como ciudadano es aún mayor. Decir que hemos pertenecido a la institución más
emblemática del Perú no basta: no hace que las cosas funcionen ni que el
respeto se ejerza en las calles.
Debemos usar el uniforme aun
sin tenerlo puesto; nuestras acciones son el reflejo de esa llama que sigue
encendida en nuestro pecho. Y para avivarla y llenarnos de gloria, nos
corresponde ser los abanderados, demostrando nuestro talante altruista. Porque,
no lo olvidemos: "se comanda con el ejemplo".
El rol y grado de involucramiento de un excadete en la sociedad actual, desde una perspectiva de identidad institucional, valores formativos y compromiso cívico, es trascendental. En tiempos de incertidumbre y desafíos sociales, los leonciopradinos tenemos la responsabilidad de ser referentes morales y agentes constructivos. La formación recibida nos ha otorgado no solo herramientas para sobresalir individualmente, sino también el deber de contribuir activamente a una sociedad más justa, disciplinada y solidaria.
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Emblemático cadete de la II promoción, Duilio Poggi. Murió por defender el honor de una mujer. |
Sin embargo, a veces se pierde
la brújula de lo que somos, y se navega sobre aguas turbulentas, en medio de
comportamientos turbios y acciones borrascosas. Olvidamos de qué estamos
hechos, y muchos suelen degradarse a sí mismos, siendo parte del problema,
normalizando la corrupción, y hasta enturbiando las aguas que deberán surcar
nuestros sucesores, e incluso nuestros propios hijos.
En la coyuntura que atraviesa el país —en medio de una degradación de valores y donde la impunidad señorea en casi todos los ámbitos—, nuestra sociedad necesita fortalecerse a través de las máximas leonciopradinas: “disciplina, moralidad y trabajo”; pero no para que sean dichas en un desfile o leídas en un texto, sino para vivirlas, enmendar la plana y retomar el timón de un destino que todos nos merecemos.
¡Alto el pensamiento! Sí,
siempre. Pero hagámonos dignos del nombre que lleva nuestra institución.
Hagámonos dignos de ser ciudadanos peruanos de bien, ejemplos para nuestras
familias y estandartes de una nación que nos reclama —hoy más que nunca— actuar
con integridad y convicción.
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