miércoles, 3 de septiembre de 2025

¿ES LA LITERATURA UN FRENTE DE RESISTENCIA? (Por Nando Vaccaro T.)

                                

Por Nando Vaccaro Talledo – septiembre 2025


Todo dependerá de qué entendemos por literatura, qué leemos, cómo interpretamos lo que leemos y en qué momento de nuestras vidas nos encontramos. Para un estudiante de inicial y primaria, la literatura son cuentos de fantasía que tienen, casi siempre, una enseñanza o moraleja; para los de secundaria, pueden ser textos tediosos y forzados como señuelo para encontrarle las claves a la gramática. Y en la vida adulta obedecerá a la carrera que se siga y la cercanía que hemos tenido con los libros. Recordemos también que, a lo largo de la historia, la literatura, y en particular algunos libros, ha sido censurada por diversos regímenes que buscaban evitar el acceso de los ciudadanos a ideas que pudieran hacerlos “despertar” de la realidad opresora en que vivían.

En la actualidad, mientras que para el filósofo Byung-Chul no es posible ninguna revolución por el escaso tiempo que nos queda para elucubrar pensamientos, para el escritor brasileño Julián Fuks “la literatura es la resistencia frente a un mundo que no nos deja pensar”, donde abunda la información (y la desinformación), las trampas hipnóticas de las redes sociales y el sometimiento (consciente o no) a las influencias externas. Ahora ya no son las dictaduras o los regímenes totalitarios los que impiden el acceso a la literatura y la información, sino la falta de tiempo.

Fuks señala, y con mucho sentido, que nuestra sociedad está empachada de información, y esa sobreabundancia de ideas, más allá de que sean verdaderas e interesantes, impide que forjemos pensamientos, pues estos necesitan “del vacío, de un silencio entre una idea y otra”.  Precisamente La resistencia es el nombre de la novela de Fuks que narra las vicisitudes de una familia argentina que emigra hacia Brasil huyendo de la dictadura y la represión. La novela es una aleación del drama propio de las relaciones familiares en un periodo histórico donde la falta de seguridad y el temor constante son el pan de cada día. 

En un artículo que analiza esta novela, Eurídice Figueiredo precisa que se trata de una literatura de resistencia no sólo por la temática que aborda (sufrimiento humano en centros de tortura o campos de exterminio) sino por sus características de forma: “la ausencia de linealidad, la tensión entre lo real y lo ficticio, la investigación, el uso de hipótesis, plausibles o inverosímiles, y la preocupación por el tema social”. En palabras de Viart, este tipo de literatura constituye una “escritura de la restitución" que no acepta las ideas listas ni las verdades preestablecidas. En una entrevista que le realizó Valeria Tentoni, a propósito de esta premiada obra y su llegada a la feria del libro de Buenos Aires, Fuks revela que “la idea es que se construya una noción polisémica de la palabra resistencia y de algunas otras a lo largo del libro”.  

En otro espacio de diálogo sobre literatura, Fuks expuso que no le interesa la función que pueda tener en lo distractivo, sino su abordaje más bien reflexivo. Y para ello es imprescindible que la literatura “hable sobre los sentimientos contemporáneos”. Algunos escritores se pierden en este camino porque su narcisismo no les permite separar la ficción de la autobiografía, y no siempre nuestras vidas serán interesantes o permitirán que los lectores se vean reflejados. Por eso Fuks, con un criterio pertinente, resalta la necesidad de dar importancia a los personajes. Una historia puede ser atrapante, pero, para generar reflexión y empatía en el lector, debe tener personajes que estén descritos en todos sus detalles, en lo que se ve y no se ve.

Esto último es evidentemente un punto a favor de la posibilidad revolucionaria de la literatura, en cuanto a impulsar la reflexión y la creación de pensamientos propios, a diferencia de lo que se encuentra en redes sociales, donde sólo se muestra un lado del ser humano y el resto se esconde. “La literatura tiene la función de exponer el lado que nadie ve”, destaca Fuks.

En esa línea, también debemos evocar el ensayo La resistencia del genial Ernesto Sábato, una obra que quizás haya sido la aproximación más existencialista del autor en su afán por encarar temas que nos increpa la sociedad moderna, como el individualismo o la pérdida de los valores espirituales, y la posibilidad de encontrar respuestas para alcanzar una vida más humana, aunque estemos atravesando soledades perturbadoras pues no tenemos una verdadera comunicación afectiva con los demás. 

Ante la interrogante de si la literatura sigue siendo un arma de resistencia, o si simplemente responde a criterios estéticos vinculados a lo que la sociedad demanda como lectura, David Fueyo nos invita a desentrañar la naturaleza de la literatura en la sociedad contemporánea, que es compleja e inabarcable. Y para ello hay que ser realistas: en los tiempos que corren, muchas ediciones de obras literarias se realizan priorizando los intereses comerciales, y ser escritor no resulta en sí una profesión o un oficio porque muy pocos pueden vivir de lo que escriben y publican, con lo cual el “amor al arte” se va extinguiendo. Asimismo, los algoritmos de las redes sociales se encargan de sugerir lecturas en función de lo que consume cada persona, y esto potencia la aparición de las llamadas “burbujas literarias”, con una oferta de libros ajena a la producción de “obras más disruptivas, que serían necesarias para ejercer una verdadera resistencia”. Incluso las tertulias y los espacios literarios, otrora de convocatoria masiva, ahora se ven reducidos a grupúsculos de bibliófilos, mientras reinan los llamados “creadores de contenido”, aunque estén carentes de ideas.

Sin embargo, no podemos hablar en términos absolutos. Hay autores que, con una estética refinada, han abordado temas sensibles y profundos, como la bielorrusa Svetlana Aleksiévich o el nigeriano Wole Soyinka, ambos galardonados con el premio Nóbel de literatura. Pero no menos cierto es que, salvo para los lectores decididos que hurguen entre los demasiados libros publicados, las cadenas de librerías comerciales imponen en sus escaparates publicaciones que se ofrecen más por su apariencia que por el contenido.

Y a todo esto, ¿dónde queda el rol del escritor, en este mar revuelto de ideas superficiales y verdades inconclusas? Pues debería ser el mismo de siempre: escribir con convicción, desde su propia honestidad en cuanto a la estética literaria y su visión de aportar a la revolución del mundo, que no es otra cosa, como diría García Márquez, que estar convencido del gran poder que tienen las palabras para transformar vidas.



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