lunes, 15 de septiembre de 2025

La metamorfosis de Kafka (Por Valeria Rodríguez Vilela)

 Por Valeria Rodríguez Vilela - septiembre 2025


Kafka publicó La metamorfosis cuando vivía en Praga, entonces parte del Imperio austrohúngaro, en 1915, durante la primera guerra mundial, en un escenario de vicisitudes sociales y problemas económicos para la familia del escritor checo, quien, a sus 32 años, tenía dificultades en las relaciones interfamiliares, especialmente con su padre, lo cual motivó en Kafka la escritura de extensas cartas en las que expresaba su rechazo hacia la figura autoritaria y déspota de su progenitor. En el siguiente extracto podemos comprender lo que sentía el joven Franz: “Yo, flaco, débil, enjuto; tú, fuerte, grande, ancho. Ya en la caseta me sentía miserable, y no sólo frente a ti, sino ante el mundo entero, porque tú eras para mí la medida de todas las cosas”.

En esta obra literaria se narra la transformación de Gregorio Samsa, un comerciante de telas encargado de mantener económicamente a su familia. La historia comienza una mañana cuando Gregorio se despierta, “tras un sueño intranquilo”, convertido en un insecto. Su primera reacción es de ansiedad, no tanto por su apariencia y estado actual como por la necesidad de asistir al trabajo, pues debe saldar una deuda con su jefe lo antes posible.

La familia está preocupada porque Gregorio no ha salido de su cuarto para ir al trabajo, como normalmente lo hace. En ese ínterin, llega a la casa un representante de la empresa donde él labora. Desde afuera del cuarto, el visitante trata de persuadir a su empleado para que salga y se reincorpore a sus labores. Gregorio quiere responder que se encuentra bien; sin embargo, por su transformación le resulta imposible darse a entender, porque lo único que emite son sonidos extraños, propios de esa especie.

Horas después, con sus familiares ya angustiados, la visita del principal de la empresa propicia el descubrimiento del gran insecto que se encuentra dentro de cuatro paredes. La reacción de la familia es de rechazo; sus actitudes violentas y denigrantes hacia Gregorio hacen que él crea que es un monstruo. En este punto resulta irónico patentizar cómo aquellos que supuestamente lo aman y respetan por ser el proveedor del hogar, ahora, en un momento de angustia y desesperación, le dan la espalda. Con el pasar de los días el deseo por deshacerse de él aumentan; el dinero escasea y la comida se agota, mientras sus padres y la hermana buscan formas para subsistir sin él.

En esta obra, una de las más influyentes de la literatura universal, el autor explora temas sociales que siguen siendo relevantes hoy en día. El “valor” de un individuo reside en su capacidad de trabajo y generación de ganancias, subyugado a un sistema económico capitalista. La monotonía y el trabajo alienante revelan que Gregorio sólo vivía para trabajar, atrapado en una rutina sin satisfacción personal, y es deshumanizado al convertirse en un insecto y perder el rol de productividad que la sociedad le exige. 

Kafka utiliza la metamorfosis de Gregorio como una alegoría de la alienación y la pérdida de identidad. Samsa no tiene amigos ni pareja, y su falta de autoestima deviene en una enajenación total de las relaciones humanas. Gregorio acepta su transformación sin preguntarse por qué ocurrió, o cuál es el sentido de ese suceso. A medida que avanza el relato, el sentimiento de culpa y la frustración lo conducen a su propia autodestrucción. En consonancia con esto, la estructura sencilla de la novela contrasta con la complejidad emocional que experimenta el personaje central, un punto clave en la obra que a los lectores nos lleva a recapacitar sobre la búsqueda de sentido de pertenencia en un mundo indiferente.

Este clásico de la literatura universal también nos permite reflexionar sobre la denominada cultura de descarte y su incidencia en la salud mental. Esta “cultura” se evidencia en el rechazo que sufre Gregorio, puesto que, al no cumplir con los requisitos que impone la sociedad, el individuo es sistemáticamente descartado y marginado. El mismo Kafka padecía de depresión y tenía dificultades en sus relaciones interpersonales, lo que propiciaba en él la pérdida de interés para relacionarse socialmente; y estos “demonios” del autor fueron plasmadas en los personajes de sus relatos.  

La trascendencia de su obra es de tal magnitud, que Franz Kafka se encuentra en el olimpo de escritores cuyo apellido ha dado origen a un nuevo término en todos los grandes idiomas. Decir que algo es “kafkiano” se entiende como sinónimo de lo absurdo y angustiante, de atravesar una situación opresiva y hasta irracional, como las que describía Kafka en sus creaciones literarias. Hoy más que nunca la obra de este autor universal cobra relevancia para entender el mundo en el que coexistimos, alienados por la intrusión de las redes sociales, la burocracia agobiante en el Estado, la preponderancia de la apariencia por encima de los valores y la gran fragilidad en los vínculos familiares.

 


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