Por Nando Vaccaro Talledo – septiembre 2018
El gran reto y desafío que
tenemos quienes estamos involucrados con en la educación y cultura es seguir
trabajando y dedicando nuestro mayor esfuerzo para motivar a los niños,
adolescentes y jóvenes de nuestra comunidad. En ese sentido, necesitamos
acercarnos más al ser humano que está detrás de cada estudiante, a su verdadera
esencia, y no atiborrarlos de información como si se tratara de máquinas de
almacenamiento; para eso están los robots y las computadoras.
Las personas necesitan que las
escuchemos, que las comprendamos, que les hagamos saber lo importante e
imprescindible que son porque el mundo no sería lo mismo sin ellas. Las
máquinas no necesitan esto; ni ser comprendidas o escuchadas, y se las puede recargar
de información. A las personas, a los seres humanos, no.
Sin embargo, pareciera que los
encargados de hacer los lineamientos pedagógicos no toman demasiado en
consideración aspectos emocionales y sensitivos de los estudiantes, ajustando objetivos
a lo meramente cognitivo, y a veces ni eso, porque diera la impresión que los propósitos
están focalizados en cumplir con las pruebas censales y evitar desbarrancarse
en las estadísticas.
Cumplir, trabajar por compromiso
y obligación y no por dedicación, con entrega y menos por pasión. Es nuestra
realidad y forma parte intrínseca, lamentablemente, de nuestra idiosincrasia. Pero
también es cierto que la situación de la mayoría de los docentes es precaria,
ardua y muchas veces heroica. La remuneración que reciben no es recíproca al
trabajo que realizan y el contexto de trabajo es duro por las condiciones
edilicias, por el desgaste físico y mental y la escasa motivación. Sumado a
ello, también hay que decirlo, muchos alumnos están sometidos a circunstancias
que no favorecen a su desarrollo, como la mala alimentación, distancias enormes
para llegar a los colegios, un entorno familiar carente de educación, incapaces
por ello de acompañar los procesos formativos, entre otros aspectos.
En ese sentido, esperemos que se
cumplan los compromisos asumidos por el gobierno, y que de manera gradual, y por
supuesto justa, se incrementen y nivelen los salarios, amén de acondicionar
mejor los programas sociales, así como la infraestructura y equipamiento de los
colegios. Con lo anterior tendremos docentes con ingresos más decentes, y por
lo tanto con un nivel mayor de entusiasmo. Y ahora, ¿cómo entusiasmamos y
motivamos a los estudiantes?
En una entrevista realizada en el
diario El Norte de España, Begoña
Ibarrola, especialista en educación emocional, señaló: “en un futuro muy
cercano el profesor ya no va a impartir conocimientos, va a ser una especie de
entrenador del alumno que le ayude a desarrollar sus potenciales y dar lo mejor
de sí para el mundo”. Asimismo, manifestó que los conocimientos no transforman
a nadie (solo aumentan la información), y lo que realmente transforma es la experiencia
y las emociones; por eso, “un buen profesor, con sensibilidad, te puede cambiar
la vida”.
Dentro de los valiosos aportes
conceptuales de Ibarrola a la Educación Emocional, citaremos los siguientes:
- “Un alumno puede ser brillante, pero si no sabe
controlar sus nervios se queda en blanco”.
- “En los temas de agresividad hay que tener en
cuenta que la formación en valores es como una herramienta básica que los
padres deben dar a sus hijos desde que son pequeños”.
- “Si el ser humano no desarrolla la educación
emocional no está completo. Este tipo de inteligencia influye en todas las
áreas”.
“Las competencias más importantes son las
interpersonales e intrapersonales”.
- “Un mal profesor sin educación emocional puede
arruinarte la vida y, en cambio, un buen profesor con sensibilidad te la puede
cambiar”.
- “El desarrollo de las competencias emocionales
es un factor de prevención de las adicciones, del acoso escolar o bullying,
mejora la autoestima y la salud mental en general”.
Es importante darnos cuenta que no
se trata de desvalorizar la enseñanza académica e intelectual, sino de comprender
que nacemos con emociones, que llevamos en nuestros genes cierto tipo de
características que perfilan nuestro carácter, y que por lo mismo debemos saber
orientar, escuchar y brindar las herramientas a los alumnos para que, por un
lado se conozcan mejor a sí mismos (habilidad intrapersonal) y, por otro, se
comuniquen mejor y convivan en armonía con los demás (habilidades
interpersonales); solo de esta manera las capacidades académicas, las
vocaciones y la inteligencia cognitiva encontrarán tierra fértil para la
formación, no solo de alumnos brillantes y talentos sino, y sobre todo, de
grandes seres humanos.
NOTA: lectura sugerida: http://webdelmaestrocmf.com/portal/begona-ibarrola-un-buen-profesor-con-sensibilidad-te-puede-cambiar-la-vida/?utm_source=blogsterapp&utm_medium=Facebook
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