Por Nando Vaccaro Talledo – Octubre del 2018
Desde que acudimos al encuentro
de su primer libro de relatos titulado Cuentos
para Eva, ya podíamos atisbar en el escritor chulucanense David Arce los
enormes recursos literarios, las construcciones semióticas vigorosas y la
edificación de personajes entrañables. A diferencia de ese libro, La casa de los Cachorros es una obra que
nos sitúa en un mismo universo, y Chulucanas es el escenario de una distopía
literaria, una recreación a partir de las anécdotas, los recuerdos, inmortalizados por los encantos de una prosa
mágica y poética.
Esta obra, para utilizar términos
de Gabriel García Márquez (GGM), tiene una “estructura, tono, estilo, ritmo y
longitud” que la hacen fraguar como cuentos perdurables, aunque también podría
ser leída como un todo (una novela en capítulos). Esa es una notable
particularidad de La casa de los
Cachorros: su cohesión y ligazón interna. Podemos empezar en el orden
lógico en que se sitúa cada relato en el libro (desde el primer cuento), y de
ahí continuar hasta el final; pero también podríamos leerlo intercalado,
salteado, como mejor nos sugestione cada título, y al final el encanto, el gusto
y la intensidad no se pierden.
En cuanto a la técnica de
narración, los personajes están muy bien logrados: sus matices y diálogos, las
voces propias, con sus respectivos acentos, términos vernaculares y sonidos
onomatopéyicos característicos. Asimismo, se observa la aplicación en varios
relatos de “vasos comunicantes”, es decir historias y descripciones que se van
desplegando en paralelo. Incluso muchos cuentos tienen enlace con sus
antecesores; tal es el caso, verbigracia, de “La muerte de Jorge El Cachorro
Seminario” con “La noche de los gatos jóvenes”.
La mayoría de las narraciones
refieren a los diversos personajes, y éstas se sitúan en un momento crucial de
sus vidas, pero conectados irremisiblemente los personajes entre sí, como un
gran árbol genealógico de una comunidad que está unida no solo por la sangre,
sino por algo más crucial: las costumbres, los prejuicios, las creencias y un
destino que parece inexorable. David Arce en La casa de los Cachorros reinventa en la ficción la historia de
Chulucanas desde los albores del siglo XX, una comunidad que ya no era una
aldea tan remota y reciente como el Macondo de GGM, pero que sin duda tienen
similitudes que las relacionan.
Las grandes amistades, los lazos
de consanguineidad, los incestos, las creencias, los prejuicios, entre otros
rasgos culturales propios de estas latitudes son experimentados lo mismo por
los Buendía de “Gabo” como por los Seminario de David. Es inevitable evocar a
García Márquez porque es el abanderado del Realismo Mágico en Latinoamérica;
sin embargo, eso no le quita mérito alguno a David Arce. Por el contrario, es
un logro extraordinario visualizar los matices del premio Nobel colombiano en
la obra que nos ofrece nuestro escritor chulucanense.
Y si hablamos de influencias, o
acaso de reverencias a los grandes maestros que han forjado la pluma de Arce,
encontramos la destreza y precisión de Cortázar, a través de las voces internas
de los personajes y sus desdoblamientos; así también está presente (además de
haberlo recreado como personaje en uno de los cuentos) Mario Vargas Llosa, el
más prolífico y universal de nuestros escritores de ficción. De él podemos observar
los vasos comunicantes, los diálogos interiores y los paralelismos.
Debemos recordar que cuando leemos
literatura se establece una “complicidad” entre el autor y el lector. Por lo
tanto, si bien puede haber elementos de la “realidad real”, como el nombre del
pueblo, los personajes y otros indicadores, una obra de ficción, sea novela,
cuento, poesía o dramaturgia, es una invención, la creación de un universo que
solo acontece en el texto (cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia).
Finalmente, ¿por qué leer La casa de los cachorros? Pues para
encontrarnos a nosotros mismos, para vernos representados por personajes que
bien podríamos ser nosotros o alguno de nuestros amigos o familiares; para
recrearnos y reivindicarnos a través del lenguaje, la imaginación y los
delirios de nuestra cultura; para viajar, para encontrarnos entre líneas con
aquellos seres que podrían ser de carne de hueso y que aún no conocemos; para
sentir lo que la vida efímera y austera no nos permite a diario. Para todo eso
y por mucho más, La casa de los Cachorros
es una obra que dejará una impronta indeleble en la literatura peruana.
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