Por Nando Vaccaro Talledo - 1 de mayo del 2020
Las circunstancias que atravesamos por causa y efecto de la
pandemia nos han obligado a acondicionar nuestras vidas en muchos aspectos; uno
de ellos es el trabajo. Una actividad laboral no solo es una función productiva
sino moral, porque redime al hombre y la mujer por su capacidad, destreza,
talento y voluntad para desarrollarse, que va más allá de la supervivencia.
Facundo
Cabral, el inolvidable poeta, trovador, cantautor y filósofo de la vida decía
que el trabajo es un derecho pero también un deber porque el hombre, por ética
y dignidad, debe producir y generar por lo menos lo que consume.
La
amada Teresa de Calcuta resumía el valor y la importancia de cada uno de nosotros
en esta frase: “una gota en el mar parece
insignificante, pero el mar no sería lo mismo sin esa gota”. El mar es la
humanidad y cada individuo esa gota que la conforman.
José
Ingenieros, un brillante médico y docente argentino, planteaba lo siguiente: “bastaría con saber que mientras uno trabaja
para todos, todos están trabajando para uno”. Este pensamiento, con
reminiscencias a Los tres mosqueteros de
Dumas (“uno para todos y todos para uno”),
refleja la trascendencia que hay en cada labor, oficio, profesión o
emprendimiento.
Todos
somos útiles y necesarios, aunque no haya efemérides para todas las actividades
laborales. Todos necesitamos, en mayor o menor medida, de los demás. Por lo
tanto, hoy celebramos el día de la humanidad, del ser humanidad; un ser humano
que, cuando empiece a verse reflejado en el otro y a dar lo mejor de sí en cada
cosa que realice, recibirá a cambio el mismo valor de calidad y entrega.
Hoy es
un magnífico día para enseñar a los más pequeños cuánto valemos como individuos
y ciudadanos, que todos somos importantes y nos necesitamos. Reconocer y
valorar a las personas por lo que son y lo que hacen (siempre y cuando esto sea
positivo para el resto) es un paso fundamental para nuestra evolución.
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