jueves, 13 de marzo de 2025

LAS VOCES MÚLTIPLES DE GARCÍA MÁRQUEZ EN "CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA", Y LOS DILEMAS QUE DEBE AFRONTAR EL LECTOR

    LAS VOCES MÚLTIPLES DE GARCÍA MÁRQUEZ EN 
    CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA

 Y LOS DILEMAS QUE DEBE AFRONTAR EL LECTOR

Por Nando Vaccaro Talledo – marzo del 2025

El 6 de marzo, Gabriel García Márquez hubiera cumplido 98 años. Y aunque han pasado once años sin su presencia física, el Nobel colombiano está siempre presente a través de sus libros y de su pluma brillante e inconfundible. En este artículo no pretendo hacer un resumen o comentario de Crónica de una muerte anunciada, sino enfocarme en sus voces narrativas y en los aspectos técnicos, e invitarlos a dar una mirada tras bambalinas para poder vislumbrar algunos trucos del gran mago y prestidigitador de la palabra que fue García Márquez, y de las interrogantes que nos va planteando la historia.

Foto tomada de la web: www.elcolombiano.com 

Crónica de una muerte anunciada, publicada en 1981, poco antes de que Gabo recibiera el galardón que lo pondría, con justicia, en las vidrieras del mundo literario, es una obra monumental. Relato híbrido, en esta se funden el narrador literario (a través de señuelos de la novela policial), el periodista de reportaje, el investigador civil, y hasta breves atisbos con tintes autobiográficos. García Márquez juega con un yo narrador, deslizándose en el relato como el reportero que va reconstruyendo los hechos del asesinato de Santiago Nasar, a través de una estructura polifónica, en la que reconstruye la historia desde muchas voces y miradas.

La novela empieza con los dichos contrapuestos de quienes recordaban ese día: algunos lo evocaban soleado, y otros no. Hasta el mismo narrador manifiesta que se había amanecido en una parranda después de la colosal boda. Los personajes circunstanciales pululan ante el lector, y la mayoría aparece una sola vez, pero son parte del engranaje y del tejido de toda esa red que conforma el pueblo durante el suceso de la muerte de Santiago.

Las descripciones estupendas de García Márquez no sólo reflejan un manejo diestro del lenguaje, sino la pericia de mostrarnos los hechos “reales” de manera maravillosa. Es inevitable relacionar a Bayardo San Román con el Conde de Montecristo: la aparición fastuosa del forastero, que todo lo hacía y todo lo podía con su riqueza, es similar a la aparición de Edmundo Dantés en la novela de Alejandro Dumas. Los diálogos son cortos, pero con un nivel de contundencia rotundo. El mismo escritor mencionó, en una entrevista concedida a radiotelevisión española en 1982, que “Toda la gente del Caribe habla como filósofos y como profetas”.

La obra se sostiene y se conecta a través de los comentarios y respuestas que recibe el narrador-investigador en el proceso de reconstrucción de los hechos. La voz que cuenta no afirma con certeza nada; por el contrario, recurre a las afirmaciones (y contradicciones) de los actores secundarios de la historia, que van apareciendo según el momento temporal en que se encuentra el relato (diseñado de modo cíclico, aunque la novela no está divida en capítulos, consta de cinco bloques, y en cada uno se llega siempre al mismo punto).

Sobre los diálogos y las secuencias se construye toda la novela, que empieza por el final, pero no para estropear el misterio, sino para domar al lector con el magnetismo de una prosa envolvente, porque desde un inicio ya sabemos qué va a pasar. Entonces, muchos dirán, ¿si ya sé cómo termina la historia, para qué seguir leyendo? Porque el autor hipnotiza al lector desde las primeras líneas, y consigue que esté pendiente de cada detalle, de cada diálogo y secuencia para saber por qué lo mataron, cómo lo mataron y qué sucedió después de tan horrendo crimen.

Esta novela es una clase maestra de cómo contar una historia que, narrada de otro modo no tendría tanta atención porque ya se sabe lo que va a suceder. Y aunque el lector anhela a cada instante que no suceda el cruel asesinato, pues pareciera que el mismo narrador lo quiere evitar, lo cierto es que la destreza narrativa mantiene al lector en vilo y atento a cada detalle. El periodismo ha parafraseado siempre el título de esta obra para describir un acontecimiento social o político inevitable, y que era un suceso a voces.

Por supuesto, al ser una novela y no una crónica periodística, Gabo se vale de las licencias que permite este género literario, y los diálogos y entrevistas que fueron en la vida real han sido transfigurados para los fines narrativos, y acondicionados al ritmo interno de la propia cadencia que ha orquestado el narrador. Porque, si habría que definir de alguna manera a García Márquez, es de un gran maestro de orquesta del lenguaje. Gabo se adueña de las palabras para hacerlas sonar a un ritmo y velocidad que resulta inconfundible y hasta casi imposible de imitar. Por eso el realismo mágico no sólo es un estilo literario, sino una impronta propia de quienes nos cautivan desde una prosa maravillosa. El editor de alguna de las ediciones de esta obra, ha mencionado que “la dialéctica entre mito y realidad se ve potenciada aquí, una vez más, por una prosa tan cargada de fascinación que la eleva hasta las fronteras de la leyenda”.

De los personajes que entran y salen en escena, sólo para recoger una opinión o su último recuerdo de Santiago Nasar, Clotilde Armenta, de la tiendecita de la plaza y vecina del hombre condenado a morir, sirve de nexo para describir todas las ocurrencias que se dieron en la plaza, antes y durante el crimen, porque era los ojos que el narrador no tenía para contar. Hay pequeños párrafos en la obra en los que el mismo autor realiza una metaliteratura, es decir reflexiones sobre la propia literatura, precisando los vericuetos de su trabajo para construir la crónica (algo que no es usual en las novelas, ni siquiera en las narradas en primera persona). Entre las fuentes que utiliza el narrador para reconstruir los hechos, se encuentran las entrevistas, cartas e informes, el acceso al sumario del juez instructor, y por supuesto sus propios recuerdos.

“La mayoría de quienes pudieron hacer algo por impedir el crimen y sin embargo no lo hicieron, se consolaron con el pretexto de que los asuntos de honor son estancos sagrados a los cuales sólo tienen acceso los dueños del drama”, menciona el narrador. Incluso, ya en la parte final, en la que se describe minuciosamente cómo destriparon a Santiago Nasar, el narrador, refiriéndose a los hermanos Vicario, precisa: “No oyeron los gritos del pueblo entero espantado de su propio crimen”.  

Los nombres vinculados al asesinato de Santiago Nasar, y él mismo, no terminan siendo los principales personajes, sino todos los habitantes del pueblo, quienes vivirán con el remordimiento de saber que pudieron evitar tan horrendo crimen, y que los mismos asesinos (los hermanos Vicario) hicieron todo lo posible para que fueran impedidos de hacerlo (pero que nunca se dijera de ellos que no intentaron limpiar la deshonra de su familia). Y acaso ese sea el tema principal: que era inconcebible que una mujer (en este caso Ángela Vicario) no llegara virgen al matrimonio. “El hecho de que Ángela Vicario se atreviera a ponerse el velo y los azahares sin ser virgen, había de ser interpretado después como una profanación de la pureza”, señala el narrador. Y aunque no se haya tratado de una violación o un acto sexual forzado, aquel hombre que desfloró a una mujer sin haberla pedido ni haberse casado, debe pagar por lo que se consideraba como una deshonra familiar y social.

Y será el mismo lector quien deba juzgar las conductas y sucesos, porque el narrador busca en todo momento que sea el lector el encargado de dar el veredicto final y reflexione sobre las controversias culturales, religiosas, morales y legales. ¿Debe llegar una mujer virgen al matrimonio? ¿Por qué Ángela no dijo la verdad desde un principio? ¿Dio el nombre de Santiago porque quería proteger a alguien a quien amaba de verdad? ¿Fue verdaderamente Santiago Nasar quien desvirgó a Ángela Vicario? ¿Y si no fue él, por qué ella lo señaló? ¿Actuaron “correctamente” los hermanos Vicario al perpetrar el crimen para salvaguardar la “honra familiar”? ¿Por qué fue admitida por el tribunal la tesis del abogado, que sustentó el homicidio en legítima defensa? ¿Fue ejemplar o liviana la pena que recibieron los hermanos Vicario por dar muerte a Santiago? Estos y otros dilemas tienen que ser asumidos, interpretados y dirimidos por los propios lectores, porque, aunque son intrínsecos a una novela policial y de misterio, se han convertido en un mucho más que eso: una historia de leyenda.

Notas de referencia:

1. Para quienes desean complementar la experiencia de la lectura, en 1986 el italiano Francesco Rosi dirigió una película con el mismo título de la novela, producida de manera tripartita por italianos, franceses y colombianos, y que se presentó en el festival de Cannes al año siguiente de su emisión (versión disponible en YouTube).

2. Eligio García Márquez, hermano de Gabo, escribió un libro en el que detalló los pormenores de la filmación, con el título La tercera muerte de Santiago.

3. Miguel Reyes Palencia, quien inspiró el personaje de Bayardo San Román, aprovechó algunos minutos de fama hace unos años para declarar que era el último personaje vivo de García Márquez, y publicó el libro La verdad 50 años más tarde, aclarando, según él, puntos que el escritor no incluyó en la historia (algo similar a lo que en su momento hizo la tía Julia, con Lo que Varguitas no contó).

 





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