Por Nando Vaccaro Talledo – Junio 2016
“Por suerte, todavía aparece en las canchas, aunque sea muy
de vez en cuando, algún
descarado cara sucia que se sale del libreto y comete el disparate de gambetear a
todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce
del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad”.
Eduardo Galeano
Después de la última
final de la Copa América (edición centenaria) se ha hablado de muchas cosas,
pero poco o nada de los méritos deportivos de Chile para llegar a la final y obtener
el campeonato. Lionel Messi ha sido el foco de atención (pero no precisamente
para aplaudirlo), y su nombre el más referido en buscadores de internet y redes
sociales. Tres finales con su selección, ningún título obtenido y el penal
errado abrumaron al capitán albiceleste que decidió renunciar.
Esta decisión, para algunos
precipitada, para otros irresponsable, es lo que generó todo el revuelo
mediático y levantó tal polvareda de gallos locos que hasta el presidente Mauricio
Macri se pronunció al respecto.
Ahora
bien, más allá de lo que se piense sobre el rendimiento de Messi, su renuncia a
la selección, si fue o no "justo" el triunfo de Chile, entre otros
aspectos de aquella final, hay varios temas de coyuntura social para analizar.
SER LOS PRIMEROS: en la
actualidad, en casi todas las esferas de la vida, impera la exigencia no solo
de competir sino de ser los primeros, de sobresalir, de incluso utilizar
mecanismos de engaño y trampa con tal de ganar, porque está “permitido” valerse
de cualquier medio para conseguir los fines y laureles. Y es una creencia que
se arraiga en el sistema socioeconómico que impone el orden establecido y que se
fermenta con el bombardeo publicitario: la felicidad únicamente se obtiene
siendo el mejor, superando al resto. Y este paradigma le fue trasladado a todo
el equipo argentino y sobre todo a Messi, a quien pareciera le está prohibido
perder, incluso quedar segundo, porque como él representa a un país piensan que
su derrota es la de todos.
TRIUNFOS DEPORTIVOS ATENÚAN CONFLICTOS SOCIALES: cuando Nelson Mandela fue
liberado y asumió como presidente de Sudáfrica vio en el deporte la posibilidad
de encontrar un respiro al sufrimiento que había generado el apartheid, una
tregua a la falta de indulgencia y la posibilidad de estrechar lazos. La idea
de él no era campeonar para olvidar los padecimientos y alcanzar la armonía
social de la noche a la mañana (vaya utopía) sino que el deporte sirviera para
unir al pueblo y concertarlos como nación. Cuanto más avanzaran en el torneo
(campeonato mundial de rugby de 1995 realizado en el mismo Sudáfrica) obviamente
ayudaría a despojar la tristeza y atraer el entusiasmo, reuniendo a su gente en
un abrazo ecuménico. En Argentina, así como en muchos países de Latinoamérica
y otros subdesarrollados (moral, cultural y económicamente) el atraso, las
injusticias y todos los conflictos sociales tienen a la población viviendo
oprimida, insatisfecha; una posibilidad para olvidar, por unos días al menos,
la desazón de un ambiente social aciago son los eventos deportivos. El equipo
argentino de fútbol, con Messi a la cabeza, sentía la obligación de ganar para
"darle una alegría al pueblo", y los medios de comunicación y la
propia comunidad argentina se lo hicieron saber a través de las redes sociales.

ACUMULACIÓN
DE ESTRÉS: hay personas que asumen como propios los roles y las responsabilidades
que deben ser compartidos por un grupo humano, cuando este se prepara para
obtener un logro (de alcance colectivo). La mayoría de los jugadores argentinos
asistieron a la Copa América Centenario trajinados por las múltiples
competencias de sus ligas. Y aunque no pareciera que ello fuese determinante
(porque llegaron a la final tras una goleada sobre EE.UU.), sí lo fue el factor
emocional-psicológico, que en los jugadores argentinos merece un análisis
aparte, pues ya van siete finales sin poder ganar. Y, a mi entender, esto
explica porqué un jugador como Messi, que hace goles de 30 metros, al ángulo y
con barrera, no convierte un penal que, aparentemente, es más fácil de concretar.
EL FÚTBOL ES UN JUEGO COLECTIVO: los
jugadores chilenos, a diferencia de los argentinos, jugaron la final con mayor
aplomo y entereza, desarrollando condiciones que ni en sus propios equipos las
suelen mostrar. No es que Argentina haya jugado mal, pero no lo hizo según lo
esperable y de acuerdo al rendimiento individual que sus jugadores muestran en
los clubes (además que pretendieron recargar la iniciativa, las jugadas y
soluciones en la habilidad de Messi). Es decir, en el fútbol no se puede hacer
la siguiente ecuación: suma de jugadores individualmente brillantes en sus
clubes es igual a extraordinario desempeño colectivo en una selección. Para conseguir
el alto rendimiento de un seleccionado nacional tiene que haber más que
jugadores con condiciones resaltantes, porque prevalece todo un esquema y
planteamiento de trabajo que en Chile se evidenció, y que estuvo potenciado
porque sus jugadores brillantes sí rindieron a la altura de las expectativas (y
los de Argentina no).
LA
DECISIÓN DE MESSI:

no cabe duda que la tomó con una presión agobiante sobre sus
hombros, abatido por no haber logrado el título, que no era tanto para él ni para
seguir estirando sus estadísticas siderales sino para “su gente”, y él lo
sentía de esa manera (creo que no necesita ganar títulos con su selección para
demostrar que es uno de los mejores de la historia y el más destacado de la
actualidad, desde hace una década). Es cierto que por una parte pudo haber dado
la imagen, sobre todo a los más jóvenes, de que, cuando no se puede alcanzar
algún logro, hay que apartarse y renunciar, y quizá esa no sea la mejor referencia.
Pero en la cabeza de Lionel imagino que habrá habido los siguientes
pensamientos, completando la frase en la que manifestó: “ya está, lo intenté
tres veces, y no se pudo”…Y como las personas creen que soy una máquina que
gana todo, entonces quedar en segundo puesto no es una posibilidad, sino el
peor fracaso que pueda haber… (y pensar que antes de Messi Argentina hacía
varios años que no llegaba a la final de ningún campeonato; pero, como hemos
visto, uno solo no va a ganar los títulos, aunque ese uno solo haya sido quien
posibilitó, en mayor medida, arribar a la final).
QUEDAR
SEGUNDO ES LO PEOR: ese es el “encargo” que tenía Messi
incluso antes de empezar el campeonato, que él y su equipo debían ganar porque
de lo contrario de nada valía su esfuerzo en cada partido, ni los hermosos
goles que nos regaló, ni las jugadas que solo él puede hacer. No. Tienes que
ganar, Messi, porque si no, nunca serás considerado igual o mejor que Maradona,
y por lo tanto no te vamos a querer. Yo creo que a Messi poco le importa si
algunos piensan que es o no mejor que Maradona; sin embargo, lo que sí le duele
es que se haya propagado ese mensaje no tan subliminal de amenaza: ya lo sabes,
Lionel, si no lo logras te repudiaremos (si esto lo llevamos a otra realidad,
muchos padres y profesores ponen en jaque a sus hijos y alumnos cuando los
compararan con otros que han obtenido mejores resultados, y que “debes ser
siempre el primero para triunfar en la vida”, les dicen).
AHORA SE
DAN CUENTA: probablemente si Messi no hubiera renunciado a la selección, con esas
sinceras palabras que brotaron del fondo de su espíritu afligido, las personas
lo hubiesen criticado sin piedad como en la anterior final, responsabilizándolo
de la “desgracia”. Ahora quienes están dolidos, tristes y preocupados son los
hinchas argentinos y todos aquellos que estuvieron a punto de jalar el gatillo
de la crítica, pero que callaron cuando se dieron cuenta de que Messi en verdad
lo intentó, pero que él solo no puede, y que las piernas no responden cuando se
tiene toda la presión de un país encima. Ahora ese país se da cuenta de lo que
perdería si Messi ya no vuelve a vestir la 10 albiceleste. Esperemos que,
cuando baje la marea, “Lio” regrese a su selección, no solo por el bien de
ellos sino de todos los que amamos el fútbol, porque verdaderamente este
deporte no es solo un partido en la final de un torneo o levantar un título
más; el fútbol (como la vida misma) es cada partido, cada toca y devuelve, cada
maniobra, cada tiro libre al ángulo, pases de cuarenta metros al pie y goles
por doquier. Porque con Lionel Messi la expectativa de buen fútbol se palpita
siempre, antes de cada silbato inicial.
Para finalizar este partido (digo bien, este artículo) viene a colación otra
frase del genial Eduardo Galeano: “Los
niños no tienen la finalidad de la victoria, quieren apenas divertirse. Por
eso, cuando surgen excepciones como Messi (y Neymar) son entonces ellos para mí
un verdadero milagro”.