Por Nando Vaccaro Talledo – Octubre del 2016
En el trabajo,
cualesquiera sean las actividades u oficios a los que nos dediquemos, siempre
vendemos, de manera directa o indirecta, algo: en algunos casos una materia
prima o mercancía y en otros un servicio; o incluso ambos. Pues bien, existe
una empresa donde todo es riguroso en extremo, por no decir la exigencia es la
perfección: no hay excusas para la impuntualidad ni aun para la enfermedad; el
control de calidad debe ser muy minucioso; hay que incubar una paciencia de
cazador en desierto y manejar un vocabulario acorde al nivel del lenguaje que
posea nuestro interlocutor; no podemos posponer citas o compromisos porque la
queja y el lamento del cliente puede acarrearnos severas llamadas de atención;
debemos aprender de psicología comunicativa e interpersonal para generar
sintonía; hay que ser empáticos en todo momento y saber que estamos tratando
con el cliente más exigente que pueda haber.
A veces el
trabajo puede tornarse muy extenuante y corremos el riesgo de perder la paciencia,
porque pareciera que ninguno de los ofrecimientos es adecuado para nuestro
demandante. En esos casos lo más recomendable es respirar profundo y sugerir una
visita guiada por otras tiendas y sucursales, o incluso invitarlo a realizar
otras actividades en las que pueda recrearse, de preferencia al aire libre, porque
la presión y el chantaje son recursos mercantilistas que maneja como experto
nuestro astuto cliente.
Debemos
robustecer nuestra voluntad de acero, empujar nuestra perseverancia en la labor
diaria pues siempre habrá un momento del día en que el cliente muestre
disconformidad y hasta rechazo por lo que hacemos, lo cual nos podrá parecer ingrato
de su parte y puede hacernos perder la moral. Es ahí cuando debemos sentarnos a
diseñar nuevas estrategias, al análisis del contexto que lo ha llevado a esa
ofuscación. Es probable que en sus negocios no esté invirtiendo bien su tiempo
y esfuerzo, que su vida personal esté interfiriendo, y por ello descarga sus
emociones cuando acude a la empresa a abastecerse de algún producto o servicio
que ofrecemos. De nosotros depende en gran medida que sus metas prosperen
porque sus éxitos son los nuestros, y su crecimiento hará prosperar nuestro
negocio y compartiremos su misma alegría. Se puede sugerir el siguiente lema,
con más o menos palabras, que cada quien adaptará de acuerdo a las
características de su(s) cliente(s): “Los sueños di mi cliente exigente, son
los míos. Realizarlos es parte de mi labor y la satisfacción del deber y
objetivo cumplidos nos ennoblece”.
Es importante
que cada cierto tiempo, quizás en los cierres de mes, hagamos una junta con los
directivos de la empresa y funcionarios de alto rango, en la que participe el
cliente o los clientes de esta naturaleza, en caso de que sean varios. Se trata
de un espacio donde el cliente sienta que sale de la monotonía, que se le
escucha y que no solo hay una relación de interés, que lo humano, que sus
sentimientos e ideas nos importan porque es ahí como la empresa puede moldear
su visión de acuerdo a las perspectivas que el cliente requiera para seguir
creciendo.
Ah, por
cierto, la atención es de sol a sol, y solo se puede descansar cuando el
cliente también lo está haciendo. Habrá momentos en los que no se nos exija un
servicio directo, pero es nuestro compromiso y respaldo estar operativos día y
noche, abastecidos con todo lo necesario como botica 24 horas y siempre alertas
como valerosos bomberos.
En ocasiones
se puede solicitar ayuda externa, pero hay que tener mucho cuidado en quién
elegimos para que nos reemplace, aunque sea por momentos, en nuestro cargo
gerencial en la empresa. Si nos urge ser sustituidos hay que prestar atención
al expediente y recomendaciones que esa persona pueda tener, para que no aparezcan
luego antecedentes o manchones en su proceder. Eso podría hacer peligrar la
seguridad de nuestro cliente o, totalmente lo contrario, que llegue a preferir
a nuestro reemplazo, lo cual empañaría todo el esfuerzo y desempeño que hemos
realizado desde que conseguimos que el cliente nos eligiera, tras varios meses,
nueve en la mayoría de los casos, de estar esperando que se acerque por primera
vez a nuestras instalaciones. Pero, al final de cada jornada, todo habrá valido
la pena porque el pago es el mayor tesoro que exista en el mundo: compartir el amor,
la sonrisa y la felicidad al lado de un hijo.
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