lunes, 29 de septiembre de 2025

EL ROL SOCIAL DE UN LEONCIOPRADINO (Por Nando Vaccaro Talledo)

 Por Nando Vaccaro Talledo – septiembre 2025

Garbo, porte y caballerosidad son algunos de los atributos que distinguen a un cadete leonciopradino; además, por supuesto, de ser paradigma de disciplina, moralidad y trabajo: valores intrínsecos de nuestra formación.

Si hay algo que la patria hoy nos demanda, es ser coherentes con lo que decimos. Para un hombre que ha tenido el honor de ser parte del Colegio Militar Leoncio Prado, la responsabilidad como ciudadano es aún mayor. Decir que hemos pertenecido a la institución más emblemática del Perú no basta: no hace que las cosas funcionen ni que el respeto se ejerza en las calles.

Debemos usar el uniforme aun sin tenerlo puesto; nuestras acciones son el reflejo de esa llama que sigue encendida en nuestro pecho. Y para avivarla y llenarnos de gloria, nos corresponde ser los abanderados, demostrando nuestro talante altruista. Porque, no lo olvidemos: "se comanda con el ejemplo".

El rol y grado de involucramiento de un excadete en la sociedad actual, desde una perspectiva de identidad institucional, valores formativos y compromiso cívico, es trascendental. En tiempos de incertidumbre y desafíos sociales, los leonciopradinos tenemos la responsabilidad de ser referentes morales y agentes constructivos. La formación recibida nos ha otorgado no solo herramientas para sobresalir individualmente, sino también el deber de contribuir activamente a una sociedad más justa, disciplinada y solidaria.

Emblemático cadete de la II promoción, Duilio Poggi.
Murió por defender el honor de una mujer.

Sin embargo, a veces se pierde la brújula de lo que somos, y se navega sobre aguas turbulentas, en medio de comportamientos turbios y acciones borrascosas. Olvidamos de qué estamos hechos, y muchos suelen degradarse a sí mismos, siendo parte del problema, normalizando la corrupción, y hasta enturbiando las aguas que deberán surcar nuestros sucesores, e incluso nuestros propios hijos.

En la coyuntura que atraviesa el país —en medio de una degradación de valores y donde la impunidad señorea en casi todos los ámbitos—, nuestra sociedad necesita fortalecerse a través de las máximas leonciopradinas: “disciplina, moralidad y trabajo”; pero no para que sean dichas en un desfile o leídas en un texto, sino para vivirlas, enmendar la plana y retomar el timón de un destino que todos nos merecemos.

¡Alto el pensamiento! Sí, siempre. Pero hagámonos dignos del nombre que lleva nuestra institución. Hagámonos dignos de ser ciudadanos peruanos de bien, ejemplos para nuestras familias y estandartes de una nación que nos reclama —hoy más que nunca— actuar con integridad y convicción.

 

 

lunes, 15 de septiembre de 2025

La metamorfosis de Kafka (Por Valeria Rodríguez Vilela)

 Por Valeria Rodríguez Vilela - septiembre 2025


Kafka publicó La metamorfosis cuando vivía en Praga, entonces parte del Imperio austrohúngaro, en 1915, durante la primera guerra mundial, en un escenario de vicisitudes sociales y problemas económicos para la familia del escritor checo, quien, a sus 32 años, tenía dificultades en las relaciones interfamiliares, especialmente con su padre, lo cual motivó en Kafka la escritura de extensas cartas en las que expresaba su rechazo hacia la figura autoritaria y déspota de su progenitor. En el siguiente extracto podemos comprender lo que sentía el joven Franz: “Yo, flaco, débil, enjuto; tú, fuerte, grande, ancho. Ya en la caseta me sentía miserable, y no sólo frente a ti, sino ante el mundo entero, porque tú eras para mí la medida de todas las cosas”.

En esta obra literaria se narra la transformación de Gregorio Samsa, un comerciante de telas encargado de mantener económicamente a su familia. La historia comienza una mañana cuando Gregorio se despierta, “tras un sueño intranquilo”, convertido en un insecto. Su primera reacción es de ansiedad, no tanto por su apariencia y estado actual como por la necesidad de asistir al trabajo, pues debe saldar una deuda con su jefe lo antes posible.

La familia está preocupada porque Gregorio no ha salido de su cuarto para ir al trabajo, como normalmente lo hace. En ese ínterin, llega a la casa un representante de la empresa donde él labora. Desde afuera del cuarto, el visitante trata de persuadir a su empleado para que salga y se reincorpore a sus labores. Gregorio quiere responder que se encuentra bien; sin embargo, por su transformación le resulta imposible darse a entender, porque lo único que emite son sonidos extraños, propios de esa especie.

Horas después, con sus familiares ya angustiados, la visita del principal de la empresa propicia el descubrimiento del gran insecto que se encuentra dentro de cuatro paredes. La reacción de la familia es de rechazo; sus actitudes violentas y denigrantes hacia Gregorio hacen que él crea que es un monstruo. En este punto resulta irónico patentizar cómo aquellos que supuestamente lo aman y respetan por ser el proveedor del hogar, ahora, en un momento de angustia y desesperación, le dan la espalda. Con el pasar de los días el deseo por deshacerse de él aumentan; el dinero escasea y la comida se agota, mientras sus padres y la hermana buscan formas para subsistir sin él.

En esta obra, una de las más influyentes de la literatura universal, el autor explora temas sociales que siguen siendo relevantes hoy en día. El “valor” de un individuo reside en su capacidad de trabajo y generación de ganancias, subyugado a un sistema económico capitalista. La monotonía y el trabajo alienante revelan que Gregorio sólo vivía para trabajar, atrapado en una rutina sin satisfacción personal, y es deshumanizado al convertirse en un insecto y perder el rol de productividad que la sociedad le exige. 

Kafka utiliza la metamorfosis de Gregorio como una alegoría de la alienación y la pérdida de identidad. Samsa no tiene amigos ni pareja, y su falta de autoestima deviene en una enajenación total de las relaciones humanas. Gregorio acepta su transformación sin preguntarse por qué ocurrió, o cuál es el sentido de ese suceso. A medida que avanza el relato, el sentimiento de culpa y la frustración lo conducen a su propia autodestrucción. En consonancia con esto, la estructura sencilla de la novela contrasta con la complejidad emocional que experimenta el personaje central, un punto clave en la obra que a los lectores nos lleva a recapacitar sobre la búsqueda de sentido de pertenencia en un mundo indiferente.

Este clásico de la literatura universal también nos permite reflexionar sobre la denominada cultura de descarte y su incidencia en la salud mental. Esta “cultura” se evidencia en el rechazo que sufre Gregorio, puesto que, al no cumplir con los requisitos que impone la sociedad, el individuo es sistemáticamente descartado y marginado. El mismo Kafka padecía de depresión y tenía dificultades en sus relaciones interpersonales, lo que propiciaba en él la pérdida de interés para relacionarse socialmente; y estos “demonios” del autor fueron plasmadas en los personajes de sus relatos.  

La trascendencia de su obra es de tal magnitud, que Franz Kafka se encuentra en el olimpo de escritores cuyo apellido ha dado origen a un nuevo término en todos los grandes idiomas. Decir que algo es “kafkiano” se entiende como sinónimo de lo absurdo y angustiante, de atravesar una situación opresiva y hasta irracional, como las que describía Kafka en sus creaciones literarias. Hoy más que nunca la obra de este autor universal cobra relevancia para entender el mundo en el que coexistimos, alienados por la intrusión de las redes sociales, la burocracia agobiante en el Estado, la preponderancia de la apariencia por encima de los valores y la gran fragilidad en los vínculos familiares.

 


miércoles, 3 de septiembre de 2025

¿ES LA LITERATURA UN FRENTE DE RESISTENCIA? (Por Nando Vaccaro T.)

                                

Por Nando Vaccaro Talledo – septiembre 2025


Todo dependerá de qué entendemos por literatura, qué leemos, cómo interpretamos lo que leemos y en qué momento de nuestras vidas nos encontramos. Para un estudiante de inicial y primaria, la literatura son cuentos de fantasía que tienen, casi siempre, una enseñanza o moraleja; para los de secundaria, pueden ser textos tediosos y forzados como señuelo para encontrarle las claves a la gramática. Y en la vida adulta obedecerá a la carrera que se siga y la cercanía que hemos tenido con los libros. Recordemos también que, a lo largo de la historia, la literatura, y en particular algunos libros, ha sido censurada por diversos regímenes que buscaban evitar el acceso de los ciudadanos a ideas que pudieran hacerlos “despertar” de la realidad opresora en que vivían.

En la actualidad, mientras que para el filósofo Byung-Chul no es posible ninguna revolución por el escaso tiempo que nos queda para elucubrar pensamientos, para el escritor brasileño Julián Fuks “la literatura es la resistencia frente a un mundo que no nos deja pensar”, donde abunda la información (y la desinformación), las trampas hipnóticas de las redes sociales y el sometimiento (consciente o no) a las influencias externas. Ahora ya no son las dictaduras o los regímenes totalitarios los que impiden el acceso a la literatura y la información, sino la falta de tiempo.

Fuks señala, y con mucho sentido, que nuestra sociedad está empachada de información, y esa sobreabundancia de ideas, más allá de que sean verdaderas e interesantes, impide que forjemos pensamientos, pues estos necesitan “del vacío, de un silencio entre una idea y otra”.  Precisamente La resistencia es el nombre de la novela de Fuks que narra las vicisitudes de una familia argentina que emigra hacia Brasil huyendo de la dictadura y la represión. La novela es una aleación del drama propio de las relaciones familiares en un periodo histórico donde la falta de seguridad y el temor constante son el pan de cada día. 

En un artículo que analiza esta novela, Eurídice Figueiredo precisa que se trata de una literatura de resistencia no sólo por la temática que aborda (sufrimiento humano en centros de tortura o campos de exterminio) sino por sus características de forma: “la ausencia de linealidad, la tensión entre lo real y lo ficticio, la investigación, el uso de hipótesis, plausibles o inverosímiles, y la preocupación por el tema social”. En palabras de Viart, este tipo de literatura constituye una “escritura de la restitución" que no acepta las ideas listas ni las verdades preestablecidas. En una entrevista que le realizó Valeria Tentoni, a propósito de esta premiada obra y su llegada a la feria del libro de Buenos Aires, Fuks revela que “la idea es que se construya una noción polisémica de la palabra resistencia y de algunas otras a lo largo del libro”.  

En otro espacio de diálogo sobre literatura, Fuks expuso que no le interesa la función que pueda tener en lo distractivo, sino su abordaje más bien reflexivo. Y para ello es imprescindible que la literatura “hable sobre los sentimientos contemporáneos”. Algunos escritores se pierden en este camino porque su narcisismo no les permite separar la ficción de la autobiografía, y no siempre nuestras vidas serán interesantes o permitirán que los lectores se vean reflejados. Por eso Fuks, con un criterio pertinente, resalta la necesidad de dar importancia a los personajes. Una historia puede ser atrapante, pero, para generar reflexión y empatía en el lector, debe tener personajes que estén descritos en todos sus detalles, en lo que se ve y no se ve.

Esto último es evidentemente un punto a favor de la posibilidad revolucionaria de la literatura, en cuanto a impulsar la reflexión y la creación de pensamientos propios, a diferencia de lo que se encuentra en redes sociales, donde sólo se muestra un lado del ser humano y el resto se esconde. “La literatura tiene la función de exponer el lado que nadie ve”, destaca Fuks.

En esa línea, también debemos evocar el ensayo La resistencia del genial Ernesto Sábato, una obra que quizás haya sido la aproximación más existencialista del autor en su afán por encarar temas que nos increpa la sociedad moderna, como el individualismo o la pérdida de los valores espirituales, y la posibilidad de encontrar respuestas para alcanzar una vida más humana, aunque estemos atravesando soledades perturbadoras pues no tenemos una verdadera comunicación afectiva con los demás. 

Ante la interrogante de si la literatura sigue siendo un arma de resistencia, o si simplemente responde a criterios estéticos vinculados a lo que la sociedad demanda como lectura, David Fueyo nos invita a desentrañar la naturaleza de la literatura en la sociedad contemporánea, que es compleja e inabarcable. Y para ello hay que ser realistas: en los tiempos que corren, muchas ediciones de obras literarias se realizan priorizando los intereses comerciales, y ser escritor no resulta en sí una profesión o un oficio porque muy pocos pueden vivir de lo que escriben y publican, con lo cual el “amor al arte” se va extinguiendo. Asimismo, los algoritmos de las redes sociales se encargan de sugerir lecturas en función de lo que consume cada persona, y esto potencia la aparición de las llamadas “burbujas literarias”, con una oferta de libros ajena a la producción de “obras más disruptivas, que serían necesarias para ejercer una verdadera resistencia”. Incluso las tertulias y los espacios literarios, otrora de convocatoria masiva, ahora se ven reducidos a grupúsculos de bibliófilos, mientras reinan los llamados “creadores de contenido”, aunque estén carentes de ideas.

Sin embargo, no podemos hablar en términos absolutos. Hay autores que, con una estética refinada, han abordado temas sensibles y profundos, como la bielorrusa Svetlana Aleksiévich o el nigeriano Wole Soyinka, ambos galardonados con el premio Nóbel de literatura. Pero no menos cierto es que, salvo para los lectores decididos que hurguen entre los demasiados libros publicados, las cadenas de librerías comerciales imponen en sus escaparates publicaciones que se ofrecen más por su apariencia que por el contenido.

Y a todo esto, ¿dónde queda el rol del escritor, en este mar revuelto de ideas superficiales y verdades inconclusas? Pues debería ser el mismo de siempre: escribir con convicción, desde su propia honestidad en cuanto a la estética literaria y su visión de aportar a la revolución del mundo, que no es otra cosa, como diría García Márquez, que estar convencido del gran poder que tienen las palabras para transformar vidas.