Por Nando
Vaccaro Talledo – Junio del 2017
A
Facundito, con todo el amor de mi corazón
Facundito y yo, cuando apenas tenía unos días fuera del útero de su madre. |
Mi hijo aún
no cumple los tres años fuera del útero de su madre, por lo que todavía no tiene la posibilidad de
comprender qué es el día del padre. Pero yo sí. Muchos amigos y familiares me
escribieron para “felicitarme”. Después de varios saludos y congratulaciones surgió
la inquietud: si me están felicitando es porque he hecho algo bien, porque he
logrado realizar una acción sobresaliente, de otra manera nadie me entregaría sus
enhorabuenas (aunque tenemos la burda costumbre de congraciarnos con las
personas sin saber siquiera los valores y el soporte específico que debe
existir para una felicitación).
No sé si
sea el mejor padre del mundo o si alguien pueda ostentar tal reconocimiento. Me
basta darme cuenta que soy responsable con mi hijo, entregarle amor, tiempo y
dedicación a ese ser humano que depende de mí, y en igual medida de su madre. Entonces,
¿soy un buen padre?
No quiero
esperar a que llegue el próximo año para que vuelvan a decirme “feliz día del
padre”, ver que mi hijo esté más grande y recién relacionar la felicitación con
los méritos que estoy haciendo para hacerme acreedor a semejante honor. Porque
para celebrar un suceso, para recibir un reconocimiento, debo merecerlo.
Es por eso
Facundito, amado hijo mío, que tú serás el mejor medidor de mis esfuerzos y
preocupación para contigo. Reconozco que a veces pierdo la paciencia y que no
soy el hombre más tolerante que pueda existir; que en ocasiones llego cansado a
la casa y tú quisieras que tu padre arribe con la energía de un león; que a
pesar de proponérmelo, el tiempo que te dedico resulta insuficiente porque
mereces que yo esté contigo en cada paso, en cada caída, en cada aprendizaje.
Pero, aun
asumiendo mis limitaciones y carencias, hoy, “día del padre”, quiero detenerme
para expresar todo mi amor hacia ti, sentimiento que debe estar reflejado en
mis acciones, en mi tiempo y preocupación. Admito que debo seguir creciendo
como persona, madurando como padre y esposo, y que esa felicitación debe ser
producto de la coherencia de lo que hago y entrego por ti; de lo contrario no
me sentiré honrado el próximo año, cuando seguramente ya comprendas un poco más
de qué trata esta efeméride, y te acerques a mí para abrazarme y augurarme un
gran día. Además, la satisfacción más grande no está en las frases ni
reconocimientos que pueda recibir (que agradezco, por supuesto) sino en la
certeza de tu crecimiento equilibrado, de tu felicidad que debe reflejarse en
un alto grado de confianza, en el desarrollo de tu autoestima y autonomía y en
el fulgor de tus ojos cada día al despertar, que me demuestran cuán importante
es amanecer cada mañana con un sí en el pecho, con esas ganas locas de vivir
que solo tú puedes contagiar.
Sin duda
que este es un estupendo día para celebrar por tu existencia, que
afortunadamente está conectada a mi paternidad. Pero también tiene que ser un
día para que los padres tomemos conciencia de que ya es hora que asumamos
nuestro gran reto y rol de guiar a ese ser humano que Dios y la vida nos ha
puesto a cargo. Si queremos hijos e hijas felices y personas de bien, y por lo
tanto una sociedad más armoniosa y justa, debemos dedicarnos y entregar todo el
tiempo que nos sea posible, y de igual manera amor, comprensión y empatía. Solo
así podremos sentirnos realmente orgullosos de escuchar “feliz día del padre”.
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